Hace algunas semanas hemos visto como, de forma transparente, se daba a conocer el acuerdo por el que se llevará a cabo el tercer tramo de la equiparación en la Guardia Civil: 156 euros para los generales, 104 para los agentes. La Comisión Interministerial de Retribuciones ha aprobado las subidas en el Complemento Específico Singular que cobrarán en noviembre los miembros del Instituto Armado y los policías nacionales.
En noviembre los guardias civiles obtienen por fin tres tramos de equiparación retributiva y los militares tres lustros sin equiparación, asimilación, adecuación o cualquier otro adjetivo cuyo propósito es el mismo: reconocer mediante hechos fehacientes, sin distinciones de ninguna especie, el derecho de toda persona al goce de condiciones de trabajo equitativas y satisfactorias que le aseguren, en especial, una remuneración que proporcione un mínimo digno a los trabajadores y un salario equitativo e igual por trabajo de igual valor. No parece que los 900 euros de un soldado o las diferencias de trato entre los diferentes colectivos responsables de la seguridad del Estado (FCSE y militares) cumplan con el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) de 1966 y en particular lo que establece su artículo 7.
Lustro es otra palabra muy arraigada al militar que significa quinquenio (del latín lustrum), o periodo de cinco años, pero que también quiere decir limpio, puro (la palabra española «lustre» proviene de este vocablo). El militar lustra las botas y el uniforme, lustra o mantiene en perfecto estado de revista su material (armamento, sistemas, equipos), lustra su preparación con el entrenamiento y con su formación. Además, lustrar significa peregrinar por países o comarcas, lo sabe bien el militar que cambia de destino innumerables veces y es así reconocida como la profesión con mayor movilidad geográfica por el Observatorio de la Vida Militar. Maniobras, destacamentos, operaciones en el exterior son la expresión cotidiana del lustro militar.
Lustro significa también adular o decir lo que se cree que puede agradar, y desgraciadamente esta es la única acepción del término que viene siendo empleada desde el Ministerio de Defensa y desde otros muchos ámbitos de la Sociedad. Pero esta lustrosa lisonja es interesada, pues pretende ganarse la voluntad del soldado mediante la demagogia apelando a las emociones, miedos y esperanzas del soldado para ganar su abnegado silencio.
El resultado de estos quince años de espera es la entrega constante al militar de la adulación como único pago: un salario lustroso en forma de adulación a una impagable dedicación. El militar está cansado de elogios vacuos, el militar quiere una retribución, prefiere un estipendio, o soldada justa, que se aparte del arcaico y misericordioso pago, al esclavo romano, que se efectuaba en forma de sal.