Y es que Mefistófeles en su sabiduría se arranca con Reglamentos de Retribuciones, estudios sobre la promoción interna y otras disposiciones a los que adereza con hechizos en forma de diferentes normas a las anteriores, instrucciones varias, directivas a porrillo, estudios contradictorios o simplemente inexistentes, todos ellos llenos de obstrucción y engaño, para robar al pobre soldado de todas aquellas promesas. Porque al final este queda burlado con un sueldo mísero, con unos límites para la promoción absurdos, teniendo que pagar al Estado por una formación que ni el propio Ministerio de Defensa le reconoce si quiere escapar a la esclavitud a la que le someten. Y al pobre Mario de bruces tres cruces, una en el bolsillo la que le empobreció, otra en el corazón la que le mató y otra miente en el epitafio del Ministerio pregonando que sobre el soldado muerto: “La Sociedad está eternamente agradecida con su impagable y abnegado trabajo”.
No obstante, gestores de la Defensa, cada soldado, un héroe cansado, se llevará al infierno algo que como a Cyrano de Bergerac jamás le podrán quitar: “Su orgullo”.
En memoria de todos aquellos soldados que se dejaron engatusar por Kaa y murieron ahogados sin esperanza en el abrazo mortal de la pitón y de su jefe el diablo.