Tratar de transmitir la idea de que la Unidad Militar de Emergencias (UME) o el conjunto de las Fuerzas Armadas no se contagian o se contagian mucho menos que el resto, es ofrecer interesadamente a la opinión publica una imagen distorsionada de la realidad.
Cada mañana, en la comparecencia del Comité Técnico el General de la Guardia Civil y el Comisario Principal del Cuerpo Nacional de Policía, cuando por desgracia ocurre, recuerdan a sus muertos, las Fuerzas Armadas no, pero los hay en activo, reserva y retiro. Ni tan siquiera un triste y frío número.
Hace unos días el periodista Ángel Expósito escribía en un diario de tirada nacional:
“Unos fallecidos con nombre y apellidos. Con familia, historia, vida, futuro (mucho o poco), con memoria y con honor. Unos muertos que dejan viudas, hijos, esposo, novia, amigos…Unos cuerpos a los que ni siquiera se cuentan como números.
¡Qué vergüenza! ¡Qué deshonor! ¿No se merecen que, al menos, mostremos pena, cabreo y luto?”
La manida frase de los representantes ministeriales “el factor humano es lo más importante”, vuelve de nuevo a ser un enunciado hueco. En las actuales circunstancias pronunciarla sin acompañar los datos de bajas del personal –como se está haciendo- se convierte más bien en una grave falta de respeto hacia los subordinados, pues parece que da lo mismo que haya bajas como si no las hay, siguiendo la más rancia tradición de considerarlos como simple carne de cañón. Se olvida que la lealtad es esférica y fluye en todas direcciones en los ejércitos; desgraciadamente algunos la entienden como un mero cuenco donde la canica que representa la lealtad siempre va en un único sentido.
Sra. ministra, ¿dónde están los datos?