Cuando se dirigían hacia una antena de comunicaciones que habían marcado como punto de retorno de su itinerario, se toparon con un vehículo estacionado en el borde del camino y que se encontraba en marcha. "Al principio pensé que podía ser un vigilante que tenía mucho frío -ese día nevó en Madrid- y se había metido en el coche para calentarse", recuerda el sargento Romero. Pero esa idea se le fue de la cabeza al comprobar que el coche tenía tapadas las ventanillas delanteras y traseras con trapos y bolsas, y observar que del tubo de escape salían unas gomas hacia el interior del maletero.
"Podían ser mil cosas, y por eso decidimos acercarnos pero con mucha precaución, garantizando nuestra seguridad en todo momento", explica el sargento García. Al hacerlo, descubrieron en la parte de atrás a un joven que parecía estar inconsciente y que había echado el pestillo a todas las puertas. "Empezamos a golpear el coche, pero el joven no reaccionaba", señala. Entonces se percataron de que el maletero no estaba cerrado y lo abrieron para que entrase aire. Gracias a eso, el chico comenzó a recuperar el sentido. Los dos militares siguieron golpeando el vehículo y diciéndole a la persona que estaba dentro que abriese alguna puerta. Al final, le convencieron y lo hizo.
"Abrimos todas las puertas para que entrase oxígeno y el chico fue despertándose", señala Christian. Sabían que era necesaria la ayuda de los servicios de emergencia pero ninguno de los dos llevaba el móvil encima, y por eso, a la carrera, llegaron hasta un centro hípico que se encontraba a un kilómetro a pedir auxilio.
Una vez que avisaron, regresaron junto al vehículo para evitar que el joven volviese a intentar la misma maniobra al verse solo de nuevo. Poco después llegaban los servicios de asistencia sanitaria y la Policía, acompañada del padre del joven que había sido avisado por los propios sargentos, que le llamaron al encontrar un móvil en el coche.