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El pasado día 04 de diciembre se celebró el cuarto pleno ordinario del Consejo de Personal en el Ministerio de Defensa. Debido a la situación sanitaria originada por el COVID-19, se llevó a cabo en formato reducido, cinco representantes ministeriales y cinco representantes de las asociaciones con representación en el Consejo.

Presidido por la Subsecretaria de Defensa, asistieron la Directora General de Personal Militar (DIGENPER), el Director General de Reclutamiento y Enseñanza Militar (DIGEREM), los Mandos de Personal de los Ejércitos y la Armada, y cinco representantes de las asociaciones profesionales.

El ministerio presentó cinco disposiciones normativas de las que se debatieron dos. Además, se trataron 17 propuestas y varias decenas de preguntas y ruegos de las asociaciones profesionales.

ASFASPRO considera que el personal militar no puede seguir con las paupérrimas nóminas actuales, a las que la medida sobre la reserva aprobada hoy no da solución, y convoca concentraciones en varias capitales de provincia.

El anuncio de las Ministras de Defensa y de Hacienda de la eliminación del recorte retributivo que sufre el personal en reserva por el mero hecho de cumplir 63 años es un avance importante. Se trata de una reivindicación que ASFASPRO presentó en el año 2014 en el Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas, secundada por el resto de las asociaciones profesionales y aceptada por el Ministerio de Defensa. Seis años después, este acuerdo del Consejo de Personal se transforma en una realidad.

Recientemente, ASFASPRO ha presentado demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (Estrasburgo) contra con la Orden DEF/1363/2016, de 28 de julio, por la que se regulan la jornada y el régimen de horario habitual en el lugar de destino de los miembros de las Fuerzas Armadas.

Esta orden ministerial no regula correctamente el trabajo nocturno, los servicios de localización y, además, limita a 10 días el descanso adicional que compensa las actividades obligatorias que generan el exceso de jornada laboral. Esta deficiente regulación incide directamente en el derecho a la protección de la salud y a la conciliación de la vida personal con la laboral del militar, siendo contraria a lo dispuesto en el Convenio Europeo de Derechos Humanos y en la Directiva 2003/88/CE sobre la ordenación del tiempo de trabajo.

El día 11 del 11 del 2020 se celebró la onomástica del soldado San Martín. Este mismo día se anunció que miles de policías y guardias civiles cobrarán con efectividad del uno de noviembre toda la equiparación salarial. En tres años, los miembros de estos Cuerpos de Seguridad del Estado sumarán a sus nóminas 831 millones de euros en conjunto. ¿Y para las Fuerzas Armadas? 24,4€ para el soldado. Pero hablemos de Martin y su significado.

“Martín Martín” es una expresión que deriva del mundo militar y que viene a completar a otras mencionadas en un artículo previo que hablaba de las lustrosas lisonjas del mal pagador que el sufrido soldado recibe del Estado. Martín Martín significa pagar al contado, pero su origen no escapa a ninguno, que tiene otro significado a partir del juego de palabras del sinónimo Martín: el de “al soldado dinero a tocateja”.

Han pasado ya tres lustros desde que se revisaran los salarios del militar, tras la llamada de socorro del entonces ministro José Bono pidiendo ayuda al legislativo para sacar al militar de una situación escandalosa. Ese término, lustro, junto con el salario, define como nada al militar. El salario, como ya es bien conocido, es un término que deriva del latín salarium, y que significa 'pago de sal' o 'por sal'. El término proviene del antiguo Imperio Romano, donde muchas veces se hacían pagos a los soldados con sal, como es el caso de los soldados que recibían pago por la protección de ésta en el trayecto de Ostia a Roma, en la conocida así como vía salaria. La sal en la antigüedad poseía un gran valor pues era una de las pocas maneras que se tenía para conservar la carne, es decir, poniéndola en salazón. No obstante, este era un pago a la desesperada, pues el pago de un servicio prestado para los romanos era el estipendio (stipendium). Tan denigrante era este pago en sal que incluso Cicerón consideraba indigno que un hombre libre viviera de un salario, pues era una forma arcaica de pagar a los esclavos o domésticos liberados por su trabajo. Los soldados profesionales recibían un pago diferente, que era el conocido como solidata, y que constituía un pago en solidus, o moneda de oro del que provienen los términos de soldado y soldada, siendo la segunda el oro que se pagaba al primero. En pocas palabras, dinero de verdad contante y sonante.

El gabinete jurídico de ASFASPRO ha elaborado la siguiente instancia para solicitar por conducto reglamentario la medalla conmemorativa de la Operación Balmis de acuerdo al Real Decreto 701/2020, de 28 de julio, por el que se crea dicha medalla para reconocer al personal participante en la lucha contra el COVID-19.

Entrevista este lunes, 12 de octubre, a la ministra de Defensa en "Herrera en COPE"

Carlos Herrera:  "¿Van a subir el sueldo a los soldados? Que cobran muy poco".

Margarita Robles, ministra de Defensa: "Pues es verdad que cobran muy poco los soldados, yo soy perfectamente consciente de ello. Por eso es tan importante, entre otras cosas, que España tenga unos presupuestos, que no estemos con unos presupuestos prorrogados.

Que muchas de las Fuerzas Políticas que hacen esa crítica y que además reclaman, y yo creo que es justo ese incremento del sueldo, son los primeros que no quiren dar un apoyo a los presupuestos. Así que ojalá tengamos pronto unos presupuestos y ojalá unas reivindicaciones que yo creo que son justas, que llevamos con un presupuesto prorrogado desde hace mucho tiempo, puedan hacerse realidad. Y en todo caso si alguien se merece todo el agradecimiento y todo el reconocimiento son los 120.000 hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas".

El COVID-19 se ha llevado muchas cosas por delante, y una de ellas ha sido el desfile militar del 12 de octubre en Madrid. Muchos actos militares, formaciones en aniversarios, patronas, días de la unidad… han dejado de celebrarse desde que llegó la pandemia. Los compañeros caídos siempre estarán en nuestro recuerdo, y los actos ya volverán cuando se pueda, no hay problema. El orden cerrado no es precisamente la principal ocupación de nuestras Fuerzas Armadas. No debería hacer falta explicarlo a los ciudadanos, que han podido ver directamente en las calles a nuestras tropas trabajar en ocupaciones diversas, controlando y vigilando áreas, descontaminando infraestructuras, habilitando hospitales de campaña, custodiando y trasladando cadáveres… Tareas para las cuales están sobradamente preparados, además de seguir cumpliendo con otras para las que han seguido adiestrándose durante este año, como tiros con armas ligeras, fuegos de artillería… porque no lo olvidemos, nuestros ejércitos existen porque la sociedad necesita unos elementos de combate para su defensa, aunque a veces esto cae en el olvido.

Nuestras Fuerzas Armadas no son una ONG humanitaria que se dedica a repartir alimentos a poblaciones que han sufrido desgracias naturales o conflictos armados, lo cual no significa que no hayan desempeñado un importantísimo papel atendiendo a miles de personas en situaciones de crisis humanitaria, cuando había que intervenir en un ambiente en el que la violencia y la ausencia de infraestructuras y de autoridad local no permitía que estas entidades sin armas pudieran actuar sin la protección adecuada.

El pasado lunes 5 de octubre en el programa “Herrera en COPE” un periodista presentó una crónica sobre la gestión de la pandemia. Cada uno es muy libre de tener sus opiniones y de manifestarlas allá donde le den cancha, faltaría más. Pero es aconsejable hacerlo sin faltar al respeto a los demás lanzando afirmaciones gratuitas que pueden ser ofensivas. Nuestro protagonista –seguramente de manera inconsciente se atrevió a declarar públicamente a través de las ondas, en un alarde de prejuicio e ignorancia, que los militares están ociosos en los cuarteles1. Le faltó poco para llamarlos, llamarnos, vagos e inútiles, esto quedaba entre líneas.

El que se puedan producir situaciones como esta, y que ninguno de los contertulios objete al comentario, es el resultado de la desaparición de la milicia de la vida normal. Solo han quedado los tópicos. Desde la suspensión de la mili, o de la prestación del servicio militar obligatorio (seguramente habrá a quien aquel vocablo coloquial no le diga nada) los militares han desaparecido de las conversaciones familiares, y de paso han desaparecido también los uniformes de las calles de nuestros pueblos y ciudades. Desde hace décadas los militares no van de uniforme desde su domicilio hasta su lugar de trabajo (a esto también ayudaron los atentados terroristas, cierto), como siguen yendo en otros países de la OTAN. En otros países se puede uno cruzar con militares en uniforme de campaña que vuelven a casa en el ferrocarril de cercanías, como en Alemania. O patrullando armados en el metro de París, o patrullando en la operación Strade Sicure en las ciudades italianas desde el 2008. Los ciudadanos de estos países respetan y estiman a sus militares. En España….

los militares “están ociosos en los cuarteles”. Eso dicen.

El Teatro Real ha rendido homenaje este fin de semana al personal sanitario y a los cuerpos de seguridad del Estado (Policía Nacional, Protección Civil, Bomberos, SAMUR y Policía Nacional) ofreciendo entradas gratuitas a estos colectivos para que puedan acudir con sus familias a ver en el coliseo «Historia de un soldado», de Stravinski. Una vez más el trabajo del militar es impagable, desinteresado y sus familias se contagian en la desafección general en la que se ven sumergidos.

Igual que el pobre José de Stravinski el resto de los militares se ven en España cada día engañados por el Fausto Mefistófeles de los sucesivos gobiernos. José se cree todas y cada una de las promesas del diablo que le promete bienestar profesional, económico y social si acepta la promesa de mantener el honor, emplear la máxima dedicación en su trabajo, ejercerlo con profesionalidad, con responsabilidad, con absoluta aceptación del peligro y de su propia muerte como obligación inexcusable de su contrato con el Estado, renunciar a la multitud de derechos que acompañan a cualquier ciudadano, demostrar compromiso, abnegación y cumplir, en resumen, con el resto de valores que se consagran en los grimorios infernales de la fracasada Ley de la Carrera Militar y las Reales Ordenanzas.

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