Esas tropas de reacción rápida constituyen lo que la OTAN denomina punta de lanza de una fuerza de acción inmediata destinada a que “cualquier potencial agresor sepa que estamos preparados. Tendrá un efecto disuasorio”, explicó el responsable de la Alianza Atlántica, aunque de momento Moscú no ha reaccionado a las amenazas lanzadas desde Occidente. La unidad incluirá fuerzas terrestres, navales, aéreas y fuerzas especiales que contarán con un cuartel en alguno de los 28 países aliados para poder actuar en caso necesario, explican fuentes de la organización, que sitúan la puesta en marcha de esta fuerza a finales de año. Su margen de actuación puede demorarse en función de si algún país necesita pedir autorización parlamentaria para aprobar una misión, pero no debería exceder de una semana. Los detalles se cerrarán el próximo viernes en la cita de Cardiff. La organización prevé que todos los Estados se sumen a este compromiso, aunque está por ver en qué grado.
El otro paso adelante que dará la OTAN para enseñar las garras a Rusia será aumentar su presencia en el este. Para disponer de ese plan de acción rápida, la OTAN necesita ampliar sus tropas en el este de Europa, región donde se comprometió con Moscú a no tener bases permanentes y que ahora se siente especialmente amenazada. “Se trata de tener presencia real en el terreno. La situación de seguridad es muy volátil y tenemos que ajustarnos a ese escenario cambiante”, abundó el secretario general.
Sobre el papel, los aliados no alterarán la relación especial que mantienen con Rusia desde 1997, pero, en la práctica, “Rusia ya no considera a la OTAN como un socio, sino como un adversario”, según Rasmussen, lo que convierte los acuerdos en papel mojado.