La movilidad geográfica a la que está sujeto el militar implica que, en muchas ocasiones, la residencia habitual sea un alojamiento logístico (una habitación) y el domicilio familiar esté a cientos de kilómetros. Con la crisis sanitaria, muchos militares han quedado confinados en los alojamientos logísticos, con unas condiciones de habitabilidad muy mejorables y con la consiguiente desatención a sus respectivas familias.
El viernes 24 de abril el Segundo Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra mediante oficio estableció que “a partir de la fecha y hasta nueva orden, NO se autorizan los desplazamientos al domicilio familiar cuando éste sea diferente de su residencia habitual”.
El impacto emocional que la actual crisis sanitaria está provocando entre los ciudadanos por los miles de fallecidos y contagiados, el largo y hasta ahora desconocido confinamiento y el miedo, la angustia o la desesperación por el incierto futuro que se nos presenta, ha puesto en el primer plano de la actualidad la impagable labor de diversos profesionales que hasta ahora eran casi invisibles o estaban situados en el rincón secundario entre las prioridades de una sociedad acostumbrada a que la mayoría de sus problemas habituales no pudiesen derivar en enfermar gravemente de manera masiva y de un día para otro, con el posible resultado de muerte. Esta es una cruda realidad que hasta hace pocos días nos era muy lejana y que solo vivíamos a través de los telediarios cuando hablaban de epidemias localizadas casi siempre en países de África o del lejano oriente.
Sin embargo, cuando las impactantes imágenes que nos llegaban de China desde comienzos de este año 2020 se trasladaron a nuestros pueblos, ciudades y, sobre todo, hospitales, los trabajadores sanitarios y científicos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas, Bomberos o Protección Civil, además de muchos otros trabajadores como los transportistas, empleados de supermercado, personal de limpieza, vigilantes de seguridad, etc., pasaron a formar parte de la vanguardia dedicada a enfrentarse a la crisis más grave que ha vivido España desde la Guerra Civil, quedando lo verdaderamente superfluo, aunque lamentablemente no en toda su extensión, reducido a formar parte de la en este caso inservible retaguardia.
Estos días los medios de comunicación se han hecho eco de los datos oficiales de la incidencia de la pandemia en sanitarios, guardias civiles y policías, incluso del número de test practicados a estos colectivos. Es posible saber cómo el virus ha afectado y, por tanto, valorar si los procedimientos y las medidas de protección han sido adecuados y, aún más importante, si son mejorables.
Por el contrario, de los militares -especialmente los que han estado o están en primera línea- se desconocen los datos: fallecidos, infectados, aislados, test realizados. El Ministerio de Defensa no los facilita y tampoco da razón para ello. Tan solo el 2 de abril el JEMAD en su comparecencia diaria admitió que había 230 infectados y 3194 aislados, sin especificar nada más.
Tras más de tres semanas de vigencia del estado de alarma se están abriendo paso en los medios de comunicación aspectos que inicialmente no atraían la atención y ahora van haciéndose un hueco. Uno de ellos es el papel de las Fuerzas Armadas en la resolución de la crisis, cuando son un elemento que normalmente no aparece en la escena pública. Y quizás por este mismo motivo se puede comprobar que se echa mano de mucho tópico en numerosos artículos e intervenciones en los medios de comunicación. El último asunto a colación ha sido la discusión sobre la conveniencia o no de patrullas mixtas de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE) y Fuerzas Armadas (FAS) para realizar labores de seguridad ciudadana.
Los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas han salido de sus cuarteles participando en una operación militar en territorio nacional, la Operación Balmis, y se comportan con la misma profesionalidad, seriedad y humildad con la que vienen realizando las misiones en el exterior, cualidades que ya ha sido reconocidas por nuestros aliados y por las naciones anfitrionas. Desgraciadamente los españoles pueden verlo ahora bien de cerca y ojalá no hubieran tenido que comprobarlo en estas circunstancias. La realidad es que las Fuerzas Armadas están utilizando sus múltiples capacidades en apoyo a las necesidades que la situación plantea: descontaminación/desinfección, instalación de hospitales de campaña, fabricación de medicamentos, transportes de todo tipo, traslado de cadáveres… y también protección de fronteras y vigilancia en las calles. Y aquí parece que se disparan algunas alarmas. De forma injustificada se despiertan viejos fantasmas y se alimentan prejuicios gratuitos con la falta de conocimiento del trabajo diario de nuestros militares: que si patrullas mixtas, que si competencia entre cuerpos y entre ministerios…, que solo enturbian la imagen del conjunto de servidores públicos que están poniendo su esfuerzo y su sacrificio para el bienestar colectivo de la ciudadanía.
Orden SND/296/2020, de 27 de marzo, por la que se establecen medidas excepcionales para el traslado de cadáveres ante la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19.
Ciertamente, la situación extraordinaria en la que vivimos nos trae incoherencias involuntarias o provocadas.
Un día el presidente del Gobierno nos dice que ya no nos percibe como un gasto superfluo y, otro, la ministra de Defensa nos agradece la entrega y el esfuerzo.
Un día el Gobierno dice que la situación era impredecible y, otro, se descubre que el Ministerio de Defensa pidió numeroso material médico a la OTAN el 9 de marzo, 5 días antes del Real Decreto por el que se declaró el estado de alarma.
Circular Subsecretario de Defensa
(Clicar en la imagen para ver la información)
La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha hecho llegar al Presidente de la Asociación Profesional de Suboficiales de las Fuerzas Armadas (ASFASPRO) la siguiente Carta de Agradecimiento. Palabras que nos ruega traslademos a todos nuestros socios y resto de compañeros.
“…A las Fuerzas Armadas y a la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que ahora percibimos como un escudo insustituible y no como un gasto superfluo”.
Presidente del Gobierno. Palacio de la Moncloa, 21 de marzo de 2020.
Parece que este maldito virus no solo nos trae muerte, dolor y miseria, sino que saca a relucir en nuestros más altos gobernantes percepciones asentadas en un atrasado resentimiento hacia las Fuerzas Armadas absolutamente ayuno de razón.
Resentimiento desenterrado e impropio de cualquier democracia avanzada, que pone en duda la profesionalidad de unos y en peligro la seguridad de todos. Esa seguridad que sólo se percibe cuando no se posee, de forma similar a la libertad deambulatoria, que es realmente apreciada cuando queda restringida a la terraza de casa.