Ha sido necesario que la pandemia expusiera nuestro buen hacer profesional, nuestra formación, nuestra plena disponibilidad para todo tipo de tareas en beneficio de la ciudadanía. COVID-19, rastreadores, controladores aéreos, transporte VIP, lucha contra la piratería, terremotos, inundaciones, nevadas, incendios, frontera en Ceuta… En todo tipo de crisis se acaba recurriendo a nosotros, y siempre estamos ahí. Hasta para vacunar a la selección española de fútbol, aunque sea una crisis menor.
Llevamos muchos años exponiendo nuestros problemas y cosechando buenas palabras. Nos denominan impagables cuando deberían decir mal pagados. El Ministerio de Defensa ha sido incapaz de diseñar un plan de dignificación de la carrera y las retribuciones militares, al que le instaba ya en 2018 la Comisión de Defensa del Congreso.
No hay plan, solo hemos recibido limosnas, porque no se puede calificar de otra forma aumentos como el recibido hace tres meses, variable entre 17 y 78 euros, cuando los compañeros de los cuerpos de seguridad, que ya estaban mucho mejor que nosotros en aquel 2018, han visto desde entonces aumentada su nómina mensual entre 500 y 600 euros. A su lado nuestro ridículo aumento parece un desprecio, agravado porque no hay indicios de ir más allá.
Las guardias, el trabajo a turnos, la nocturnidad, la extensión de horarios, la peligrosidad, la preparación técnica, la disponibilidad permanente y la movilidad geográfica deben retribuirse.
No podemos seguir así, entregando la vida a cambio de nada. Con buenas palabras no podemos sustentar a nuestras familias. El militar profesional merece respeto, como cualquier profesional, y esto incluye un salario digno. Necesitamos que los próximos Presupuestos Generales del Estado incluyan partidas económicas para iniciar el proceso de dignificación de las retribuciones militares.
No queremos medallas para compensar nuestro sacrifico, solamente reclamamos lo que corresponde a todo profesional:
UNA CARRERA Y UNAS RETRIBUCIONES DIGNAS.