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Los ciudadanos se han acostumbrado en los últimos tiempos a ver a los militares trabajando en todo tipo de crisis: pandemia, terremotos, inundaciones, incendios, nevadas, crisis migratoria en Ceuta… la última, y mucho menos grave, la vacunación contra el COVID-19 a la Selección Española de Fútbol. ¿Saben los españoles que estos militares tan formados, tan capaces, tan profesionales, siempre disponibles para todo, cobran una miseria, los peores sueldos de la Administración?

Un piloto de un avión de caza o de un helicóptero de combate –oficial o suboficial- cobra menos que el último policía nacional o guardia civil recién salido de un centro de formación. Los soldados no quieren ser sargentos porque no compensa. La profesión militar no es un desfile, es peligrosa, como lo demuestra el triste fallecimiento de un sargento hace pocos días en un salto paracaidista o los casi dos centenares de fallecidos en misiones internacionales o el considerable número de accidentes aéreos en estos últimos años. ¿A alguien le interesa esto?

El pasado mes de marzo los militares se encontraron con una irrisoria y desigual subida de sueldo –entre 17€ y 78€-, sin embargo no hay un plan ministerial que vaya más allá para dignificar los paupérrimos salarios militares. Las guardias, el trabajo a turnos, la nocturnidad, la extensión de horario, la disponibilidad permanente y la movilidad geográfica siguen sin retribuirse.

Con el fin de poner de relieve la pésima situación de un ejército profesional al que se retribuye como a un ejército de leva forzosa low cost, ASFASPRO, la asociación profesional mayoritaria entre el personal militar, ha convocado concentraciones bajo el lema “Carrera y retribuciones dignas” el próximo sábado 19 de junio en once ciudades españolas; Alicante, Badajoz, San Fernando (Cádiz), Cartagena, Córdoba, Madrid, Palma de Mallorca, Salamanca, Santa Cruz de Tenerife, Valencia y Zaragoza.

El personal militar clama por el reconocimiento a su profesión y que los próximos Presupuestos Generales del Estado incluyan partidas para dignificar sus retribuciones. No quieren ser más que nadie, pero tampoco menos, y en nuestra sociedad la valoración se comprueba en la nómina. Ya está bien de palmadas en la espalda y de elogios vacuos, porque las buenas palabras no sirven para dar de comer a la familia. El honor y la satisfacción del deber cumplido no suplen las retribuciones, no se aceptan como medio de pago en el supermercado ni para pagar el alquiler.

De momento lo único que tienen los militares es poco pan para hoy y hambre para mañana.