Los españoles han visto de cerca algo que normalmente no tienen presente: la labor de los profesionales de la milicia. Y han podido comprobar que éstos cuentan con una excelente formación y una acreditada experiencia (que sorprendentemente el Ministerio de Defensa desprecia y se niega a reconocer), lo que les ha granjeado el reconocimiento de sus conciudadanos. Ha sido necesaria esta desgracia para que la sociedad sea consciente del valor de sus Fuerzas Armadas, que estaban ahí, aunque no se las quisiera ver, y que han puesto su esfuerzo y su sacrificio cuando se las ha necesitado y en todo lo que se las ha necesitado, “sin pedir ni rehusar”, como dicen los versos de Calderón.
Estamos saliendo de la crisis y los soldados volviendo progresivamente a los acuartelamientos y a sus misiones habituales, devolviendo la calle a otros profesionales. ¿Qué va a pasar mañana con los militares? Los militares estaremos preparados y dispuestos para actuar cuando de nuevo se nos necesite. ¿Y la Administración? ¿Cómo va a tratar a estos servidores públicos? ¿Se nos va a seguir negando el justo reconocimiento social? El reconocimiento social no consiste en aplausos ni en palabras de agradecimiento que se lleva el viento; el reconocimiento social requiere que la formación de los militares sea tenida en cuenta, que podamos optar a una promoción interna profesional real –que la ley nos reconoce pero los reglamentos nos niegan-, que podamos tener una carrera profesional atractiva y, naturalmente, que contemos con unas retribuciones justas que hoy no tenemos.
Los militares llevamos años esperando un salario adecuado a la penosidad, peligrosidad, disponibilidad… de nuestro trabajo, y no nos sirve que se pretenda pagarnos solamente con bonitas palabras. Nuestro trabajo no es impagable, es perfectamente retribuible con una nómina justa, como sucede en cualquier profesión: el honor y la íntima satisfacción del deber cumplido no dan de comer a nuestros hijos ni pagan las hipotecas. Y cuando vemos que la Administración no encuentra ni un solo euro para dignificar mínimamente nuestras escasas pagas pero -incluso en estos tiempos de crisis- no tiene problemas para regar con cientos de millones de euros las nóminas de otros colectivos, entendemos que se nos está dando un mensaje: deberemos dejar los uniformes en los cuarteles y volver a esas calles que nos han visto trabajar para llenarlas de nuevo, esta vez detrás de una pancarta.
Por favor, sean sinceros, si no nos van a reconocer nuestra formación ni nuestro trabajo, si no nos quieren valorar correctamente, si no nos quieren retribuir adecuadamente, en resumen, si no nos quieren, no hace falta que se esfuercen en regalarnos infinitamente los oídos.
¡Feliz Día de las Fuerzas Armadas!