No es el factor género el que establece diferencias entre militares, el factor que sí marca la trayectoria de la mujer militar es la categoría militar. Es decir, si es oficial, suboficial o tropa. En función de esta categoría la militar tiene o no tiene opciones a mejorar su carrera profesional. En la actualidad la categoría intermedia, la de suboficial, comprueba en sus carnes que está en la peor de las situaciones: las sucesivas leyes de personal la han ido maltratando de manera que se la ha dejado sin posibilidades de promoción interna. No puede mejorar profesionalmente. No se le reconoce su formación ni su contrastada experiencia.
La prueba de la práctica inexistencia de la promoción del suboficial nos la acaba de dar el Ministerio de Defensa al otorgar el Premio “Soldado Idoia Rodríguez” a una mujer que de manera excepcional ha promocionado de suboficial a oficial. Ha hecho lo imposible y el ministerio le reconoce el esfuerzo. La Teniente Hernando ha sido premiada por su logro en llegar a Teniente de Intendencia empezando en la categoría de tropa y pasando por la categoría de suboficial. Como el general Polavieja en el siglo XIX, pasando por todos los escalones. Situación impensable en el siglo XXI: podemos tener generales que han sido soldados, sí, pero con las actuales condiciones quien haya sido suboficial no podrá llegar a general. Imposible. Es la maldición de los galones.
Entendemos las razones del ministerio al otorgar el premio a la Teniente Hernando, y queremos transmitirle, junto a nuestra más calurosa felicitación -que hacemos extensiva al resto de galardonadas con el premio- nuestra admiración y nuestro reconocimiento incondicional. Ha realizado una auténtica proeza, con limitaciones que escapan al público general: el cuerpo al que pertenece es el de Intendencia, no es un Cuerpo General o de Infantería de Marina, porque para poder ingresar con titulación desde suboficial en uno de estos no le hubieran llegado los tiempos. No hablaríamos de proeza sino de milagro.
Sabemos la magnitud del esfuerzo, y también reconoce el ministerio la excepcionalidad de la situación: no hay promoción para el suboficial. El suboficial que quiere ser oficial parte prácticamente de cero. Da igual lo que diga el art. 62 de la Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de la carrera militar. La realidad se empeña en demostrar que los suboficiales de las Fuerzas Armadas somos el único colectivo de personal de la Administración sin una promoción interna real. Se nos escamotea el reconocimiento a nuestra formación, se nos regatea el reconocimiento de nuestra experiencia laboral. Da igual que en lo relativo al trabajo no se note si nuestros jefes están o no, o si les sustituimos diariamente en el trabajo de los centros y unidades. Eso no se reconoce. La Administración publica plazas de promoción interna pero nos pone mil trabas y mil palos a las ruedas. Es una promoción teórica pero que muy rara vez se convierte en real. Por eso cuando algún suboficial logra romper el techo de cristal es necesario felicitarle. Es un premio muy merecido, sería un buen general. Lástima que el sistema no le permita llegar, no le permitirá ni soñarlo. Hizo bien el general Polavieja en nacer en el siglo XIX.