De entrada, como aperitivo del tremendo embrollo que se nos venía encima con la citada reforma, se pasó sin contemplación alguna por encima de las ampliamente consolidadas trayectorias profesionales de los suboficiales, ignorando derechos y expectativas, tras una aplicación muy restrictiva del principio de irretroactividad reconocido en la Constitución Española, en aras del interés general. Pero, tal vez lo más grave, es que ni en 1989 ni en el 2001, cuando se aprobó la suspensión de la prestación del Servicio Militar a partir del 1 de enero de 2002, se tuvo la más mínima intención de consolidar unas Fuerzas Armadas verdaderamente profesionales, amparándose en los clásicos valores de la milicia (tantas veces manoseados como despreciados) –en la disciplina y en el sentimiento prioritario del cumplimiento del deber de los componentes de un colectivo del que la clase política tenía la certeza de que no íbamos a crear conflicto alguno ante la evidente y constante marginación– para estructurar un conjunto de mujeres y hombres muy mal pagados y sometidos a un régimen de personal modificado o parcheado continuamente, con la consiguiente inseguridad jurídica y conflictividad administrativa, y con una dificultad extrema para poder planificar nuestra trayectoria vital.
Y así seguimos hoy, viendo como se mejoran las retribuciones y la carrera profesional de otros colectivos, al mismo tiempo que se ignoran nuestras legítimas aspiraciones con inconsistentes y manidas excusas que no soportan ningún análisis serio3. Porque la culpa de nuestra situación no es del gobierno saliente, como pretende hacernos creer la actual ministra de Defensa, sino de todos los gobiernos y grupos políticos que apoyaron y promovieron la creación de unas “Fuerzas Armadas Profesionales” sin querer retribuir adecuada y justamente a su personal o dotarle del óptimo material y armamento necesarios para el cumplimiento de sus misiones, como sí sucede en los ejércitos de nuestro entorno. Por tanto, se quiera o no se quiera reconocer, la base principal de la profesionalización está resquebrajada o mal planteada, porque se sigue aplicando el concepto “low cost” de la antigua “mili” a unas mujeres y hombres cuyas misiones, adiestramiento u obligaciones profesionales poco tienen que ver con los del Servicio Militar Obligatorio.
No obstante, si dejamos el cinismo o la estrategia política al margen, teniendo en cuenta que cada vez es más evidente que no se quiere retribuir al militar como al resto de los profesionales de los diferentes servicios públicos, ¿por qué no se propone que vuelva el servicio militar obligatorio? Aparentemente, problema solucionado, pues reducimos la plantilla de profesionales a la mínima expresión y todos tan contentos. ¿O tal vez no?
Porque lo cierto es que alguien tendría que explicar lo que sucedería en nuestro país si aplicásemos la misma filosofía a otros profesionales: bomberos, policías, guardias civiles, sanitarios… O, como sucedió durante la última época del servicio militar obligatorio, por qué se llegó casi al ridículo restringiendo al máximo los ejercicios o la instrucción y guardias con munición real para evitar los accidentes que pudieran asustar al cada vez más reducido porcentaje de jóvenes que no se declaraban insumisos u objetores de conciencia. ¿Tan mala es nuestra memoria colectiva reciente? Aún contando con esa mala memoria, no creemos que haga falta recordar las graves dificultades de reclutamiento vividas hace pocos años, que llevaron a elevar considerablemente el cupo de extranjeros y a rebajar determinados requisitos de ingreso, llegando incluso a una ratio de aspirantes preocupantemente baja para acceder a las distintas academias de oficiales.
Por otro lado, el problema de la marginación retributiva del militar profesional no puede ni debe enmascararse bajo el manto de la mejora de la conciliación, la igualdad o la lucha contra el acoso (ni más ni menos preocupante en las Fuerzas Armadas que en el resto de la sociedad) ni aludiendo a problemas de presupuesto, porque es público y notorio que sí hay dinero para “pacificar” a otros colectivos, administraciones e instituciones. Además, tampoco nadie puede justificar la ausencia de medidas correctoras debido a la reciente crisis económica, ya que tampoco tuvimos la suerte de ver reconocida la singularidad de la profesión militar o la permanente disposición para el servicio durante los periodos de bonanza económica, que también los ha habido.
En consecuencia, por acción u omisión, por dejadez o desconsideración, se está lanzando un mensaje muy significativo a la sociedad civil cuando se consiente que el soldado profesional cobre menos que cualquier empleado público de su categoría de cualquier administración o empresa pública, sin que se tenga en cuenta la peligrosidad, penosidad o las condiciones en las que tiene que realizar sus cometidos; tampoco se transmite un claro mensaje de reconocimiento profesional cuando un sargento o un teniente perciben o van a percibir menor sueldo que un policía o guardia civil recién egresados de su academia y también es inexplicable que los militares en la reserva vean reducidas sus retribuciones por segunda vez cuando cumplen 63 años de edad, algo que no le sucede a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en la misma situación4. No nos cansaremos de repetirlo.
Volviendo la vista al año 2005, a lo mejor sería conveniente que el exministro de Defensa, D. José Bono, se pasase por el ministerio para preguntar a sus actuales responsables en qué situación se encuentra la nómina del famoso brigada con 21 años de servicio (hoy subteniente con 35 de servicio) que él ponía como ejemplo de lo mal pagados que estábamos los militares por aquellas fechas. Probablemente, le sorprendería saber que su situación (la situación de los militares profesionales) es de olvido y marginación, ya que los sucesivos ministros de Hacienda se niegan una y otra vez a aprobar cualquier modificación del Reglamento de Retribuciones del personal de las Fuerzas Armadas.
El problema existe y no se va a solucionar por sí solo o tras el paso del tiempo, porque ya son muchos los años que llevamos ejerciendo nuestra profesión esperando un reconocimiento que nunca llega a producirse. Tampoco es bueno ignorarlo, porque sus consecuencias pueden ser graves y muy negativas para la Defensa Nacional. Por nuestra parte, seguiremos preguntando una y otra vez de manera infatigable: ¿cuándo se come aquí?
Quedamos a la espera de respuesta.
https://www.asfaspro.es/index.php/2012-03-18-20-25-38/2012-03-18-20-28-44/informe-de-retribuciones
2 https://www.asfaspro.es/index.php/rss/item/2246-fuerzas-armadas-bien-pagadas
https://www.asfaspro.es/index.php/rss/item/2269-fuerzas-armadas-bien-pagadas-ii
3 https://www.asfaspro.es/index.php/rss/item/2435-discriminacion-total-con-las-fuerzas-armadas
4 https://www.asfaspro.es/index.php/component/k2/item/2423-esto-es-un-atraco