En la memoria del cabo Manchado ha quedado impresa la imagen de la hija pequeña del comandante Saberi, jefe de una de las comisarías de la policía afgana en Qala i Naw. "La niña se quemó la pierna derecha con leche hirviendo y a punto estuvo de perderla. Durante 45 días la trasladábamos a diario a nuestro hospital de campaña para que nuestros médicos le practicaran curas y al final logramos salvarle la pierna. De no haber estado nosotros, se la hubieran tenido que amputar. Solo por eso, la misión para mí ha valido la pena", comenta. Manchado pertenece al Grupo de Acción Rural y confiesa que no le importaría quedarse más tiempo "para ayudar a esta gente que de verdad lo necesita".
No hay soldado que reniegue del destino. Todos estarían dispuestos a volver o, en cualquier caso, a arriesgar sus vidas para ayudar en otras misiones internacionales. Este es el caso del soldado conductor de una ambulancia blindada RG-31, Aday de León Fernández, natural de Las Palmas de Gran Canaria. También el del soldado Josué Falcón Díaz, de Arucas, a quien se le ha hecho corta la estancia. Trabaja de auxiliar en los servicios informáticos y, si fuera por él, se quedaría más tiempo. Así que no duda al responder. "Por supuesto que volvería a otra misión internacional".
"Es nuestro trabajo", explica el cabo Medina encogiéndose de hombros. Medina, de Las Palmas de Gran Canaria, es tirador del Regimiento de Infantería Canarias 50 y trabaja empotrado en el equipo de la Guardia Civil que asesora a la policía afgana. Esta ha sido su primera misión internacional. Además de la experiencia gratificante de ayudar a los afganos, valora la camaradería establecida con los compañeros de la Benemérita.
Las misiones en el extranjero como las de Afganistán tienen además un efecto pegamento entre la tropa. Los componentes del contingente reconocen que se ha creado entre ellos un vínculo difícil de explicar. El cabo Moragas de la Guardia Civil considera que es ese vínculo entre el grupo, la unión que mantienen en todo lo que hacen, lo que ayuda a superar la distancia de la familia. "Para mí esta era la primera misión y me la esperaba peor. Tengo una niña pequeña y la familia tira mucho, pero el trabajo en grupo te ayuda a mantener la moral alta y a sentirte cerca de casa".
Isaac Rodríguez, el cabo Manchado, Aday de León, Josué Falcón, el cabo Medina y el cabo Moragas forman parte de ese grupo de canarios elegidos para ayudar a reconstruir un país que se sienten satisfechos con el grano de arena que han aportado a las pedregosas tierras de Afganistán.
Algunos de ellos están a punto de regresar a casa. El próximo jueves, 15 de agosto, está previsto que aterricen en Gran Canaria. Otros se quedan un poco más, pero por poco tiempo. La base Ruy González de Clavijo tiene los días contados para los españoles. El espacio que ocupa, los terrenos que el soldado Isaac Rodríguez dice en broma que va a vender cambiarán de manos de sus legítimos dueños, el pueblo afgano, un pueblo afgano muy diferente al que encontraron hace ocho años los primeros de Qala i Naw.