Hace unos años recibí en mi correo un video grabado en un aeropuerto de Estados Unidos en el que se veía a un soldado salir de su avión con un brazo en cabestrillo. Sus insignias indicaban que regresaba a casa de una misión internacional y a juzgar por su rostro la cosa no debía de haber sido un camino de rosas.
La gente le miraba entre extrañada y curiosa como queriendo saber de donde venía y cual era su historia. Al cruzarse con él todos los viajeros esbozaban una sonrisa hasta que uno de ellos espontáneamente comenzó a aplaudir y todos los que estaban en la cinta de maletas hicieron lo propio. El cansado soldado recogió su petate y se dirigió a la salida henchido de orgullo y agradecimiento.
No es ésta una imagen que veamos en nuestro país, precisamente porque los políticos se empeñan en ocultar la verdadera dimensión de lo que nuestros militares están haciendo fuera de nuestras fronteras.
El Ejército no es una ONG que acude a las zonas de conflicto a repartir mantas y medicinas o que se dedique a ayudar a cruzar la calle a las ancianitas. Están allí donde silban las balas, interponiéndose entre fuerzas que combaten, rescatando personas del fuego cruzado, desactivando bombas y minas, pacificando y estabilizando territorios e impidiendo que se violen los más elementales derechos de quienes ya lo han perdido todo.
Las clases de español, los comedores y los dispensarios son las meras anécdotas publicitarias de unas peligrosas misiones de guerra que entre todos pretenden enmascarar. Y es que nuestros soldados serán fuerzas de paz, pero viven, trabajan y hasta mueren en zonas de guerra. Precisamente por todo esto lo sucedido en torno a la muerte del Sargento 1º Moya se hace más doloroso.
Tras la llamada de atención del JEME en días pasados con respecto al resultado del Informe sobre los IPEC,s del año 2011, y de la que ASFAS se hizo eco en esta misma página, no se ha tardado mucho tiempo en reaccionar redactando nuevas normas particulares relacionadas con este asunto y que tratan de “orientar” al calificador en la forma en la que han de “calificar” a sus evaluados.
En esta ocasión es el TG. JEFE DE LA FUERZA TERRESTRE el que ha dictado esta nueva normativa, reconociendo que se han producido errores en la confección de los IPEC,s correspondientes al año 2011, y tratando de poner un poco de orden en este caótico asunto.
En su afán de corregir los errores detectados, y que se han venido produciendo desde siempre, aunque solo se reconozcan los de este último año, se dan unas instrucciones que habrá que aplicar para corregir dichos errores.
De las propias palabras utilizadas por el TG, se deduce una clara “amenaza” para aquellos evaluadores que no cumplan con la normativa establecida, entre la que se especifica que en el resultado final de la evaluación no podrá haber más de 5 calificaciones “A”, con el riego de que, en caso de no cumplir con esta “recomendación”, se podrá evaluar con posterioridad al superior jerárquico por no cumplir dicha normativa.
¿Les parece esto muy subjetivo?. ¿No se coacciona de alguna forma al evaluador?.
Esto es lo que lleva denunciando ASFAS desde hace mucho tiempo, pero con el desconsuelo de que, en lugar de ver que se soluciona, en este asunto de los IPEC,s, se va empeorando.
Se puede leer el documento en el siguiente enlace, siendo accesible exclusivamente para los socios de ASFAS.