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Habrá quien diga que en las Fuerzas Armadas no se trabaja. Unos porque no lo consideran una actividad laboral –como si los militares no computaran su salario en la casilla “rendimientos del trabajo” de la declaración de la renta-, otros porque dicen que servir a la Patria es un honor y por ello no hace falta que los miembros de esa religión de hombres honrados tengan un sueldo digno. Materia filosófica para discusiones bizantinas en la que no merece entrar al trapo.

La realidad es que la militar es, con sus singularidades, una actividad profesional tan digna como cualquier otra, porque todas las ocupaciones laborales son necesarias para la sociedad. Los militares siempre hemos estado y seguimos estando cumpliendo con nuestro deber hacia nuestra sociedad. Nuestros conciudadanos han sido testigos de cómo los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas hemos estado apartando nieve o ceniza volcánica a paladas para facilitar el paso o evitar el derrumbe de edificios, cómo las lanchas neumáticas militares han socorrido a sus parientes en inundaciones, cómo hemos levantado hospitales de campaña para atenderles en lo más duro de la pandemia, cómo hemos custodiado y trasladado los cadáveres de sus deudos cuando nadie más podía hacerlo… 3000 militares están desplegados en Bulgaria, en el Báltico, Turquía, Bosnia-Herzegovina, el Golfo de Adén y Cuerno de África, Somalia, Mali, República Centroafricana, Colombia, Iraq y Líbano para luchar contra la piratería, el terrorismo, evitar enfrentamientos armados entre territorios o proteger el espacio europeo más cercano de la amenaza rusa. Los militares también seguimos protegiendo 24 horas al día y 7 días a la semana nuestras aguas territoriales y nuestro espacio aéreo de cualquier amenaza externa. La sucesión ciudadanía comprueba que pueden contar con las Fuerzas Armadas y que éstas están formadas por un personal competente, formado y motivado para cumplir con su deber. Esta es la cara A.

La cara B es que a este personal militar, obligado y dispuesto a entregar su vida si es necesario en cumplimiento de su deber, se le discute su profesionalidad y se le niega el derecho a una retribución justa y digna. La triste realidad es que se desprecia el trabajo del militar, su formación y su desempeño. De varias maneras, la principal de las cuales es recompensar su trabajo con una paupérrima nómina, la más baja del sector público, muy alejada de la de cualquier trabajador público o del sector privado que realice un trabajo igual o parecido. Sirvan algunos ejemplos:

- ¿Por qué un piloto de un helicóptero de combate gana muchísimo menos que el piloto de un helicóptero de control de tráfico al que nadie va a disparar?

- ¿Por qué un controlador aéreo militar en un aeropuerto de uso civil y militar (el de Zaragoza, por ejemplo) no gana lo mismo, ni siquiera parecido, que su compañero de silla civil?

- ¿Por qué los suboficiales de las Fuerzas Armadas que imparten clase en el Centro Internacional de Desminado (Hoyo de Manzanares) a los desactivadores de explosivos policías y guardias tienen una nómina inferior en mucho a la de sus alumnos siendo éstos de una categoría profesional inferior?

- ¿Por qué nadie discute que un bombero de cualquier municipio cobre unas buenas retribuciones, tenga los días de descanso que tiene tras 24 horas de servicio y disfrute de un coeficiente reductor para adelantar la edad de jubilación pero, en cambio, a un militar –incluyendo a los bomberos de la UME o los retenes contraincendios de cualquier base aérea- se le ratea el sueldo, se le dificulta la compensación de los excesos de jornada laboral y se le alarga la edad de pase a la reserva?

Pues porque no hay respeto ni por la profesión militar ni por quienes la ejercen. Porque pagar el sacrificio y el trabajo realizado con palmadas en la espalda y buenas palabras, o incluso con medallas que no cuentan para nada, es estafar a los militares y a sus familias. Sin embargo, las autoridades políticas y militares responsables no son capaces de solucionar el problema de las retribuciones y la carrera profesional que lleva a oficiales (tras cinco años de academia) y suboficiales (tras tres años de academia) a abandonar la milicia para ser guardias civiles o policías locales rasos.

20 años después del final del servicio militar obligatorio los militares no pueden seguir en estas nefastas condiciones laborales (malos sueldos, jornadas laborales interminables y no compensadas ni retribuidas, sin cobrar nocturnidad, festividad, desplazamientos… y la peligrosidad y penosidad de los puestos con complementos de risa, promoción profesional del suboficial prácticamente desaparecida…). La situación de crisis actual, con una subida de precios brutal, nos hace aún más vulnerables con sueldos mileuristas y poco más que mileuristas, por eso ahora más que nunca procede la aproximación o equiparación salarial con otros empleados públicos como policías y guardias civiles. No se puede pedir más sacrificio económico a las ya sacrificadas familias militares que no llegan a fin de mes

El Día del Trabajo es un buen marco para exigir bien alto, bien fuerte y bien claro CARRERA Y RETRIBUCIONES DIGNAS PARA EL MILITAR.

Ante la negativa del Ministerio de Defensa a explicar su plan de equiparación retributiva del personal militar y la falta de incrementos salariales reales y consolidables para el 2022, la mayoría de las asociaciones profesionales abandonan el pleno del Consejo.

Madrid, 16 diciembre de 2021.

La mayoría de las asociaciones profesionales con presencia en el Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas se han levantado del pleno de hoy y lo han abandonado minutos después de iniciarse la sesión.

Ha sido la reacción a las tres negativas ministeriales: no informar en el pleno sobre el plan de mejora de retribuciones, la falta de incrementos salariales reales para el 2022 y que la ministra no quiere recibir a las asociaciones.

Ante la falta de avances por parte del Ministerio de Defensa en el establecimiento de los incrementos retributivos para el año 2022 que continúen con la justa equiparación salarial con los Cuerpos de Seguridad del Estado, ASFASPRO convoca concentraciones en una decena de ciudades para el próximo 19 de junio, tal y como ya hizo en el pasado mes de diciembre.

Las guardias, el trabajo a turnos, la nocturnidad, la extensión de horarios, la peligrosidad, la preparación técnica, la disponibilidad permanente y la movilidad geográfica deben retribuirse.

El día 29 de enero se celebró el Pleno extraordinario del Consejo de Personal en el Ministerio de Defensa monográfico sobre retribuciones. Como en anteriores plenos y debido a la situación sanitaria originada por el COVID-19, se celebró en formato reducido, cinco representantes ministeriales y cinco representantes de las asociaciones con representación en el Consejo. Presidido por la Subsecretaria de Defensa, asistieron la Directora General de Personal Militar (DIGENPER), el Director General de Reclutamiento y Enseñanza Militar (DIGEREM), los Mandos de Personal de los Ejércitos y la Armada, y cinco representantes de las asociaciones profesionales (ASFASPRO, AUME, ATME, UMT y APROFAS).

El Pleno comenzó a instancias de la presidencia, guardando un minuto de silencio por los miembros de las Fuerzas Armadas recientemente fallecidos por covid-19, especialmente el Arzobispo Castrense Diaz del Rio y nueve militares más.

A continuación, se procedió a la apertura de la sesión y la lectura del orden del día por parte del Secretario Permanente del Consejo y, a la finalización de la misma y antes de comenzar el primer punto el representante de ASFASPRO solicitó la palabra a la presidencia que le fue concedida.

El COVID-19 se ha llevado muchas cosas por delante, y una de ellas ha sido el desfile militar del 12 de octubre en Madrid. Muchos actos militares, formaciones en aniversarios, patronas, días de la unidad… han dejado de celebrarse desde que llegó la pandemia. Los compañeros caídos siempre estarán en nuestro recuerdo, y los actos ya volverán cuando se pueda, no hay problema. El orden cerrado no es precisamente la principal ocupación de nuestras Fuerzas Armadas. No debería hacer falta explicarlo a los ciudadanos, que han podido ver directamente en las calles a nuestras tropas trabajar en ocupaciones diversas, controlando y vigilando áreas, descontaminando infraestructuras, habilitando hospitales de campaña, custodiando y trasladando cadáveres… Tareas para las cuales están sobradamente preparados, además de seguir cumpliendo con otras para las que han seguido adiestrándose durante este año, como tiros con armas ligeras, fuegos de artillería… porque no lo olvidemos, nuestros ejércitos existen porque la sociedad necesita unos elementos de combate para su defensa, aunque a veces esto cae en el olvido.

Nuestras Fuerzas Armadas no son una ONG humanitaria que se dedica a repartir alimentos a poblaciones que han sufrido desgracias naturales o conflictos armados, lo cual no significa que no hayan desempeñado un importantísimo papel atendiendo a miles de personas en situaciones de crisis humanitaria, cuando había que intervenir en un ambiente en el que la violencia y la ausencia de infraestructuras y de autoridad local no permitía que estas entidades sin armas pudieran actuar sin la protección adecuada.

La Comisión de Defensa del Congreso ha debatido este martes, 29 de septiembre, varias proposiciones no de Ley, entre las que destacan la relativa a la adopción de medidas para la adecuación salarial del personal de las Fuerzas Armadas y la relativa a que los enfermos de coronavirus (COVID-19) de entre los miembros de las Fuerzas Armadas que hayan participado en todo tipo de actividades de contención de la pandemia y lucha contra la misma, sean reconocidos como infectados y, en su caso, fallecidos en acto de servicio o como consecuencia del mismo.

 

ORDEN DEL DÍA

- Relativa a la adopción de medidas para la adecuación salarial del personal de las Fuerzas Armadas.

BOCG, serie D , número 49 , de 10 de Marzo de 2020  PDF
(Núm. Exp. 161/000285/0000)

De complejos pandemias y militares 1 300420El impacto emocional que la actual crisis sanitaria está provocando entre los ciudadanos por los miles de fallecidos y contagiados, el largo y hasta ahora desconocido confinamiento y el miedo, la angustia o la desesperación por el incierto futuro que se nos presenta, ha puesto en el primer plano de la actualidad la impagable labor de diversos profesionales que hasta ahora eran casi invisibles o estaban situados en el rincón secundario entre las prioridades de una sociedad acostumbrada a que la mayoría de sus problemas habituales no pudiesen derivar en enfermar gravemente de manera masiva y de un día para otro, con el posible resultado de muerte. Esta es una cruda realidad que hasta hace pocos días nos era muy lejana y que solo vivíamos a través de los telediarios cuando hablaban de epidemias localizadas casi siempre en países de África o del lejano oriente.

Sin embargo, cuando las impactantes imágenes que nos llegaban de China desde comienzos de este año 2020 se trasladaron a nuestros pueblos, ciudades y, sobre todo, hospitales, los trabajadores sanitarios y científicos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas, Bomberos o Protección Civil, además de muchos otros trabajadores como los transportistas, empleados de supermercado, personal de limpieza, vigilantes de seguridad, etc., pasaron a formar parte de la vanguardia dedicada a enfrentarse a la crisis más grave que ha vivido España desde la Guerra Civil, quedando lo verdaderamente superfluo, aunque lamentablemente no en toda su extensión, reducido a formar parte de la en este caso inservible retaguardia.

Las Fuerzas Armadas, como el recluta que afronta sus primeras sesiones de instrucción de orden cerrado con cierto grado de confusión y descoordinación, caminan con el paso cambiado desde el inicio de su profesionalización en el año 1989. Algo muy difícil de explicar si tenemos en cuenta que otros organismos e instituciones, por ejemplo, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE), marchan en perfecta sincronía con la sociedad civil por la senda de la modernización y el pleno reconocimiento profesional, social y retributivo de todos sus miembros, cosa que no ocurre con los militares profesionales.

En lo que concierne a las retribuciones, por más que la ministra de Defensa en funciones o su equipo traten de distraer al personal con discursos banales y fuegos de artificio, la sorprendente realidad es que todos los miembros de las Fuerzas Armadas por debajo del empleo de capitán cobrarán, a partir de enero de 2020, menos o considerablemente menos que el componente más moderno de las FCSE (policías autonómicas y locales incluidas), bomberos, etc., por poner algunos ejemplos de profesiones que tienen cierta singularidad por su penosidad, peligrosidad o especial dedicación, al igual que la profesión militar. Estamos hablando de más de cien mil mujeres y hombres que, además de sus misiones o cometidos habituales, soportan la práctica totalidad de las guardias y los servicios.

Desde que a fines de 2017 la entonces Ministra de Defensa Sra. Cospedal anunciara en el pleno del Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas la realización de un estudio para actualizar y dignificar las retribuciones del personal militar se han venido sucediendo muchas palabras al respecto pero ningún avance que los hombres y mujeres que sacrifican su vida por España hayan constatado en su nómina. En cambio, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han visto ya dos aumentos que les han supuesto más de 300€ mensuales y están a la espera de un tercero en 2020.

Ha dado igual que todos los grupos parlamentarios del Congreso estuvieran de acuerdo en dignificar los salarios de los militares o que el dictamen de la Comisión de Defensa de esa cámara de 21 de febrero de 2018 en relación con el informe de 2016 del Observatorio de la Vida Militar (OVM) calificara como situación grave la de las retribuciones de los miembros de las Fuerzas Armadas. Ha dado igual que el militar de mayor rango, el general Jefe de Estado Mayor de la Defensa, denunciara en público dos veces, una de las cuales en sede parlamentaria, que los militares tienen las retribuciones más bajas de la Administración y la necesidad ineludible de solucionarlo antes del final de 2019. Ha dado igual que las asociaciones profesionales de miembros de las Fuerzas Armadas forzaran un pleno extraordinario sobre retribuciones que no tuvo contenido por la negativa del Ministerio a avanzar en el tema con la excusa de que el gobierno está en funciones. ¿Excusas de mal pagador? ¿Falta de voluntad?

Este inicio de verano suben los termómetros en toda España, y el humo de los incendios en numerosos lugares de la geografía nacional. De nuevo es necesario recurrir a los militares para ganar la batalla al fuego, desde el aire y desde el suelo. Los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias deben esforzarse y arriesgarse para, en compañía de otros cuerpos, neutralizar el peligro. Nada nuevo, lo mismo que al año pasado y que el anterior. Tampoco es nuevo que el único pago recibido por los militares sea fundamentalmente agradecimiento, como ha hecho la Sra. Ministra de Defensa.

Las retribuciones del personal militar es asunto que merece periódicamente la atención de los medios de comunicación: están en una situación grave, como reconoció ya en febrero de 2018 el Congreso de los Diputados, como informó el Observatorio de la Vida Militar en su memoria informe correspondiente a 2016, el mismo Jefe de Estado Mayor de la Defensa lo ha expuesto en sede parlamentaria este año. Un pleno extraordinario del Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas monográfico sobre retribuciones tuvo lugar el 28 de marzo de 2019, que se clausuró sin llegar a tratar el asunto porque la Sra. Ministra decía que no quería hacer electoralismo con el tema. En el último pleno ordinario del Consejo de Personal, el pasado 20 de junio, las asociaciones volvieron a traer el tema retributivo. La respuesta del ministerio es que estaba en funciones.