ASFASPRO reclama que se deje de tratar al personal militar de las Fuerzas Armadas como si fueran voluntarios en una ONG que están sólo por altruismo.
Parafernalia, boato, colorido, fanfarrias, medallas, fajines, y todo el mundo encantado de conocerse. La realidad, la triste realidad de nuestros cuarteles va por otro lado. España en este 2024 tiene unas Fuerzas Armadas menguantes día a día. Un Ministerio de Defensa incapaz de ofrecer una carrera atractiva a aquellos jóvenes que se plantean su futuro en la milicia. Unas Fuerzas Armadas que no pueden elegir a los mejores para usar los cada vez más complejos sistemas de armas porque el número de opositores sigue disminuyendo.
Unas Fuerzas Armadas en las que los soldados no quieren ser suboficiales, en las que los suboficiales aspiran a quitarse los galones para ser guardias o policías, en las que los oficiales renuncian a ascender o abandonan las Fuerzas Armadas para no tener que sufrir la galopante movilidad geográfica no son unas Fuerzas Armadas con la moral y la motivación que se necesita. Las Fuerzas Armadas ofrecen una política de recursos humanos desoladora que debería preocupar y mucho a la ministra de Defensa, máxime en unos tiempos en los que el retronar de las armas lo tenemos más cerca cada día. A falta del necesario reclutamiento por insuficientes retribuciones y escasas posibilidades de carrera, ¿tendremos que volver al servicio militar obligatorio? Ante la falta de dedicar al personal de las Fuerzas Armadas los recursos suficientes, ¿deberán los ciudadanos y las ciudadanas contribuir a la Defensa de España permaneciendo en filas por un tiempo determinado?
Nuestros militares –y sus familias- sufren unas retribuciones paupérrimas, situación que se ve agravada por el hecho de que no disponen de alojamientos suficientes en condiciones dignas, porque el transporte hasta muchas bases y acuartelamientos tienen que realizarse con medios propios, sin ningún apoyo de la Administración, porque los comedores para los hijos de los militares no están subvencionados, a diferencia de lo que ocurre con los hijos de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en diversas autonomías. La enseñanza militar cursada no se ve reconocida como se debería. Los interminables excesos de jornada laboral no se compensan ni en tiempo ni en dinero. Paradójicamente, la carrera de las armas no se considera profesión de riesgo, y eso que lo primero que enseñan en los centros de formación es a utilizar un fusil. ¿Quién quiere tener que dar mucho, y durante mucho tiempo, a cambio de nada?
Por favor, no recurramos al manido discurso de los valores, que si los militares no ingresamos en los ejércitos por dinero sino por amor a la Patria, por altruismo… Bonitas palabras, pero completamente falaces, ¿acaso está reñido el amor a la Patria con percibir una retribución justa acorde al trabajo desarrollado?
Las Fuerzas Armadas no son una ONG en la que el trabajo es realizado por voluntarios a tiempo parcial que hacen buenamente lo que pueden. Las Fuerzas Armadas nos dedicamos a lo que nos dedicamos, a la defensa militar de España y de sus intereses y cumplimos nuestras misiones como corresponde, si es necesario usando armas y explosivos. Todo ello requiere de personal competente, bien formado y bien motivado, dispuesto a matar y a morir si lo requiere el cumplimiento de la misión encomendada. ¿A quién se le exige esto? A nadie más.
Esta exigencia exige a cambio un trato digno y justo, comenzando por una retribución adecuada, una carrera prestigiosa e ilusionante. Esto no es gratis. No puede ser que el Ministerio de Defensa aumente su presupuesto en miles de millones de euros y no se dedique ni un céntimo para mejorar las insuficientes nóminas del personal. Esto es vergonzoso.
No nos gustaría tener que repetir el mismo discurso el año que viene, porque significará que estaremos todavía peor de lo que estamos ahora.
A quien corresponda, que mueva ficha, que ya va siendo hora.
¡Feliz Día de las Fuerzas Armadas!
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