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DISCURSO RETRIBUCIONES DIGNAS MANIFESTACIÓN 16 DE OCTUBRE DE 2021

Ciudadanos, amigos, compañeros de la familia militar, buenos días y gracias por acompañarnos.

Hace justo cuatro días los militares estábamos desfilando por la Castellana. Hoy estamos aquí sin nuestros uniformes, y hemos cambiado las armas por la pancarta, para reivindicar dignidad profesional, y esta comienza por disponer de unas retribuciones dignas.

Reclamar dinero era un tabú para los militares, pero la triste realidad de nuestras nóminas, a la cola de las del personal al servicio de la Administración, nos demuestra que no era un tabú, era dejación de funciones. Las Ordenanzas siempre han insistido en la obligación de velar por los intereses profesionales y personales de los subordinados, pero esto se ha venido entendiendo de manera equivocada. Velar por los intereses de los subordinados implica luchar porque los subordinados tengan una nómina acorde a su formación y a su desempeño. Velar por el prestigio de las Fuerzas Armadas no puede significar asumir que el militar reciba unas retribuciones muy por debajo de las que recibe el personal que realiza funciones similares.

La dejadez de funciones nos ha llevado a la grave situación actual de nuestras retribuciones, reconocida por ambas cámaras parlamentarias desde hace años, incluso por nuestra ministra de Defensa que sacaba pecho esta semana diciendo que ya nos ha subido la nómina. Siendo técnicamente cierto, la realidad es que la irrisoria subida salarial de este año solo ha servido para poner sal en la herida, por las ridículas cantidades que han supuesto.

El hecho objetivo es que todos coinciden en que los militares sufrimos unas retribuciones muy escasas, alejadas de las que corresponderían por nivel de formación y por desempeño profesional, y que es necesario aumentarlas para que sean similares a las de otros colectivos que realizan funciones parecidas. He dicho parecidas, porque no hay que olvidar que a los militares se nos exige un plus, somos los únicos que en el cumplimiento de nuestra misión estamos obligados a matar y a morir. Solamente este pequeño detalle debería ser suficiente para tratarnos con respeto, con un respeto que vaya más allá de bonitas palabras que se lleva el viento. Pero no ha sido así. Nos llaman impagables cuando deberían decir mal pagados.

Hay dinero, suele haber dinero para todos. ¿Para todos? No, para el sufrido y disciplinado personal que saca las castañas del fuego al Estado en cualquier tipo de crisis no hay dinero nunca. Hoy no, mañana. Un mañana que nunca llega.

Estamos en primera línea en incendios, en nevadas, en crisis fronterizas, en misiones internacionales, en la pandemia, haciendo de todo y bien, en terremotos, en maremotos, y ahora nuestros compañeros en la isla de La Palma atendiendo al personal desplazado y vigilando en primera línea las emisiones del volcán. Donde surge una crisis con riesgo físico, allí estamos los militares. Lamentablemente, nuestro sacrificio sólo nos trae buenas palabras y medallas que no dan de comer a nuestros hijos. Lamentablemente, nuestra disciplina y nuestra lealtad son aprovechadas para ningunearnos, a nosotros y a nuestras familias, cuando tras años de reconocerse la grave situación de nuestras retribuciones seguimos en la casilla de salida. Mientras, observamos con creciente malestar que cuando para nosotros no hay dinero… para el resto, sea quien sea, sí lo hay.

Un soldado no puede cobrar la mitad que un policía, porque su trabajo no vale la mitad. Un sargento con tres años de formación superior, con cursos de especialización, con idiomas,… no puede ganar menos que un guardia que acaba de finalizar un curso de nueve meses. Un mecánico de aviación no puede ganar 400 euros menos cada mes porque lleve el uniforme de las Fuerzas Armadas en lugar del de otro cuerpo estatal. Un teniente piloto de Eurofighter, con cinco años de grado universitario, con un exigente curso de piloto de reactores, no puede ganar menos que el conductor de un vehículo de la Guardia Civil.

El Ministerio de Defensa ha sido incapaz de diseñar un plan de dignificación de las retribuciones militares, al que le instaba ya en 2018 la Comisión de Defensa del Congreso.

No hay plan, solo hemos recibido limosnas, porque no se puede calificar de otra forma aumentos como el recibido a principio de año, variable entre 17 y 78 euros, cuando los compañeros de los cuerpos de seguridad, que ya estaban mucho mejor que nosotros en aquel 2018, han visto desde entonces aumentada su nómina mensual entre 500 y 600 euros. A su lado nuestro ridículo aumento parece un desprecio, agravado porque no hay indicios de ir más allá.

No podemos seguir así, entregando la vida a cambio de nada. Con buenas palabras no podemos sustentar a nuestras familias. El militar profesional merece respeto, y esto incluye un salario digno. Necesitamos que los próximos Presupuestos Generales del Estado incluyan partidas económicas para iniciar el proceso de dignificación, de equiparación, de las retribuciones militares.

No queremos medallas para compensar nuestro sacrifico, no queremos ser más que nadie, pero no podemos seguir siendo ciudadanos de segunda, buenos para el sacrifico pero no para una nómina adecuada. Solamente reclamamos lo que corresponde a todo profesional:

UNAS RETRIBUCIONES DIGNAS.