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¡Urgente! Se necesita traspaso

No podemos seguir así. Se puede decir más fuerte o más alto, pero no más claro. La política de personal de las Fuerzas Armadas necesita con urgencia un cambio de rumbo. Esto hace aguas y de seguir así vamos a chocar con el iceberg de la más absoluta desmotivación del personal, con todo lo que ello implica en operatividad y eficacia. Hace cuatro años ASFASPRO avisaba de la necesidad de cambiar el rumbo. Hoy estamos peor.

https://www.asfaspro.es/index.php/rss/item/2040-consejo-personal-fuerzas-armadas-cambiar-rumbo

El Ministerio de Defensa dedica miles de millones de euros a grandes contratos de material, pero resulta que no hay presupuesto para un simple programa de vestuario. Y, además, el panorama retributivo de una buena parte de los militares profesionales es desolador e injusto, sobre todo si tenemos en cuenta que no ha habido problema alguno para destinar estos dos últimos años cientos de millones de euros para la equiparación salarial de las FCSE. En estas circunstancias en las que el sueldo medio de un soldado es de 900 €, ni siquiera han sido capaces de encontrar menos de catorce millones para solucionar la discriminación que sufren los militares al cumplir 63 años, cuando ven disminuir por segunda vez sus retribuciones en la reserva. Cada vez es más evidente que por el personal militar no hay preocupación, dejándolo en una situación marginal y de desigualdad efectiva con el resto de servidores públicos.

Por otro lado, sin haber necesidad alguna de modificación del despliegue de las guarniciones, se hacen planes para trasladar unidades a zonas poco pobladas, sin pensar en las necesidades de los militares ni de sus familias (viviendas, colegios, transportes…). Y es que por el personal militar no hay preocupación.

No, no hay preocupación. Porque, por ejemplo, ASFASPRO lleva años pidiendo la racionalización de la prueba de esfuerzo denominada prueba de unidad, solicitando estudios facultativos de la misma. En octubre preguntó en el Consejo de Personal, presidido por el Subsecretario de Defensa. La respuesta fue que no se haría el estudio, que Sanidad Militar considera que el reconocimiento médico en vigor garantiza una correcta evaluación del estado de salud. Poco después, con pocos días de diferencia, hubo incidentes en dos pruebas, en una tres evacuados y el fallecimiento de un soldado realizando la otra. Ahora sí, el Ministerio la ha suspendido. ¿Por qué no nos hicieron caso antes? Porque la cruda realidad es que no hay preocupación por el personal.

https://www.asfaspro.es/index.php/component/k2/item/2588-asfaspro-exige-dimision-subsecretario-defensa-por-no-actuar-ante-avisos-prueba-de-unidad

No hay preocupación por el personal militar excepto en un aspecto: hay un marcado interés del Subsecretario de Defensa por saber qué militares están asociados profesionalmente, y ha emprendido una cruzada en compañía del Secretario General Técnico del ministerio para intentar averiguar los DNI de los militares asociados. Sacado de la mejor tradición soviética. Ambos deben pensar que estamos en 1984, no en el año, no, en la novela de Orwell sobre el omnipresente y controlador Gran Hermano. Pero estamos en el siglo XXI y en una democracia, y la Ley Orgánica de Protección de Datos nos impide dar los datos de nuestros socios. Nos protege la ley de quien no se preocupa por nosotros y debiera hacerlo.

“Peor imposible” es una frase que no existe para nuestras Fuerzas Armadas. Se vende muy bien que la conciliación haya llegado a nuestros ejércitos, y realmente se han promulgado medidas que en efecto podrían ayudar al personal. Pero resulta que su implementación es claramente imperfecta: se pretende hacer lo mismo o más disponiendo de menos personal, y esto es imposible. Para mantener una operatividad ficticia se sobrecarga con centenares de horas de servicio (maniobras, guardias…) al personal que no concilia, quien no recibe compensación alguna, ni en tiempo ni en dinero, por su sobreesfuerzo. Es perverso: el único que gana es el Estado, que se queda con la parte de sueldo que se descuenta -a cambio de las horas que no hace- al personal que concilia, y resulta que como tampoco entra de guardia ni va de maniobras, estas ausencias las tiene que cubrir el personal que no concilia, que se ve sobrecargado sin tener a cambio la compensación adecuada. No, no hay preocupación por el personal.

Cuando la enseñanza militar no se valora ni se reconoce y todo se justifica con una meramente aparente integración en el sistema de enseñanza general es que no hay preocupación por el personal. Cuando resulta que se impide la promoción interna a los suboficiales, no se valora adecuadamente su nivel de estudios y se desprecia su experiencia profesional, pero a la vez se les exige desempeñar tareas de oficial, es que no hay preocupación por el personal. En cambio, se tramitan nefastos reales decretos sobre enseñanza y sobre promoción que ningunean completamente a los suboficiales y en parte a la tropa. Se ha expuesto repetidamente a la Directora General de Reclutamiento y Enseñanza Militar, que hace oídos sordos a la realidad y mientras tanto califica de éxito el hecho de dar por superado el acceso a las academias de suboficiales con notas más que discutibles. No, eso no es preocupación por el personal. Ni tampoco por la institución militar.

Hay que reconocer que de cara a la galería los gestos del ministerio son resultones, tras una gran profusión de actos relacionados con aspectos muy concretos y con mucha repercusión mediática en la sociedad:

  • preocupación aparente por la mujer militar.

  • integración de la discapacidad militar.

  • visibilidad del deporte militar.

Estamos de acuerdo que son aspectos a potenciar, pero el problema viene cuando no preocupa nada más que la foto:

  • ni la promoción interna de la mujer suboficial, que no tiene perspectivas de mejorar profesionalmente (igual que sus compañeros varones),

  • ni adecuar las infraestructuras y su mantenimiento a la discapacidad, y tenemos unos cuarteles que se caen,

  • ni poner medios que garanticen la forma física adecuada del personal y así se producen las bajas en la prueba de unidad.

Al final, estamos como el ejército de Napoleón III (sí, el de Eugenia de Montijo): tenía los uniformes más bonitos de Europa, ideales para los bailes de sociedad, pero en un abrir y cerrar de ojos, en dos simples batallas -Sedán y Metz- fueron derrotados por los menos cromáticos ejércitos alemanes. Apariencia, pura apariencia. De no variar la política de personal en Defensa –y esto implica relevar a sus principales gestores– vamos hacia ese futuro poco esperanzador, pero aún peor, sin brillantes uniformes, porque no hay ni para vestuario.

 
 
 
 
 
 
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