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«Ahí fuera pegan tiros a diario»


"Aquí en la base estamos en una burbuja, pero ahí fuera pegan tiros todos los días". El teniente coronel Galdón se atusa el pelo y levanta la voz para advertirle al último remplazo que llega a Afganistán que la situación no es ni mucho menos apacible. Cae la canícula en el cuartel de la Fuerza de Apoyo Avanzado en Herat, al oeste del país, y una treintena de oficiales españoles recién aterrizados escuchan atento el parte de guerra de Galdón.

Ahora justo hace un año que cayeron los últimos morteros en esta “ciudad burbuja” de 3.000 habitantes uniformados. Una suerte de ONU con italianos, españoles, albaneses, eslovenos, búlgaros, lituanos y estadounidenses. Desde en abril de 2012 el sonido estridente de las alarmas que rodean la base permanece como un volcán dormido, salvo algún simulacro nocturno. Pero no hay que bajar la guardia.

A diferencia de la vecina provincia de Qala-i-Now, donde permanece el grueso de las tropas españolas en Afganistán, unos mil efectivos, en Herat los 300 militares viven de puertas hacia adentro. El riesgo es inferior, ni patrullan ni realizan labores de seguridad del perímetro, que ocupa el acuartelamiento y el aeropuerto internacional. Una servicio que da buena muestra de la pujanza de esta ciudad de 400.000 habitantes dominada por las ruinas de Alejandro Magno.

"Somos un conjunto"

Con una temperatura superior a los 30 grados a las 12:00 de la mañana, y un polvo en el ambiente que penetra como agujas directas a los bronquios, se encontraron este miércoles el medio centenar de militares recién aterrizados. Parte vienen a auscultar los equipos aéreos. Un peritaje de seguridad durante las próximas semanas. Y otro grupo menor pusp rumbo en helicóptero a Qala-i-Now, a 150 kilómetros, para preparar el despliegue en mayo del último destacamento de la misión de Afganistán, el procedente de Canarias. Y es que la operación ISAF de la OTAN comienza a llegar a su final después de 12 años.

Así, mientras muchos preparan su salida bastantes menos llegan al polvoriento país asiático. Y entre los que se van en días está el coronel José Andrés Cuadra, jefe de la Fuerza de Apoyo Avanzado de Herat. En una reunión de bienvenida alecciona a los nuevos. Les invita a convivir con los soldados de otras nacionalidades y entre ellos mismos. “Somos todos conjunto, pero sobre todo españoles”, les recuerda.

En la cara del coronel se vislumbra el cansancio tras seis meses de misión. Lejos de su casa de Canarias y de su familia. Porque aquí, en Herat, las horas se pueden hacer largas y los días eternos si no fuera por ese tiempo libre en el gimnasio, el campo de fútbol, la sala de cine o los partidos de la Liga de Campeones. Una forma de desconectar de la rutina y de olvidar el miedo a un ataque de la insurgencia, que ahora en primavera sale de su letargo invernal para incrementar sus acciones.

“Esto es como una carrera de maratón. Hay que dosificar los esfuerzos ya que esto se puede hacer muy largo. Así que no salgan como caballos desbocados. Piensen antes”, advierte el teniente coronel Márquez a los nuevos.