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Convocatoria de Manifestación el 25 de Junio

Madrid, 11 de mayo de 2022.

Hace cinco años el Observatorio de la Vida Militar elaboró un informe sobre las retribuciones del personal de las Fuerzas Armadas en cuyo dictamen la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados calificaba la situación de las nóminas militares como grave. Desde entonces hemos avanzado bien poco, el militar continúa siendo el servidor público peor pagado de la Administración. Con mucha diferencia.

 

Siempre que dos trabajadores públicos realizan una misma actividad, si uno de ellos pertenece a las Fuerzas Armadas cobra significativamente menos, sea piloto de helicóptero, mecánico, controlador aéreo o conductor. En el caso de los desactivadores de explosivos, por ejemplo, la formación recibida en el Centro Internacional de Desminado por policías o guardias civiles es impartida por profesores de las Fuerzas Armadas cuya nómina es bastante inferior a la de sus alumnos. El complemento por ocupar una vacante de desactivador puede ser de 500€ mensuales para un guardia o un policía, pero menos de 100 para un suboficial del Ejército, de una categoría profesional superior. Sirva también como ejemplo el de un soldado conductor de un carro de combate Leopardo 2E de más de 11 millones de €, que apenas cobra 1.100€ brutos mensuales.

 

Los militares somos los únicos que estamos obligados a entregar nuestra vida en cumplimiento de la misión que tengamos asignada, pero esto en lugar de suponer un plus en la nómina se ha convertido en un descuento, para percibir mucho menos.

 

En 2019 y en 2021 el Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas celebró dos plenos extraordinarios sobre retribuciones que acabaron sin resultado alguno. La ministra de Defensa hizo creer a las asociaciones militares que se estaba estudiando la dignificación de salarios. Resultó ser humo y nada más que humo. Cuando en 2021, de un día para otro, se tramitó un Real Decreto de modificación de retribuciones el resultado fue descorazonador. Mientras que para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado -que ya en 2017 estaban mucho mejor que los militares- hubo en tres años un incremento mensual de entre 500 y 600 euros, para las Fuerzas Armadas solamente calderilla.(entre 20 y 95€ según empleo y puesto). El escalón que separaba a unos y otros ha ido aumentando hasta volverse un acantilado. Ese mismo año, la ministra Robles llegó a afirmar en un medio de comunicación, y sin ruborizarse lo más mínimo, que nadie le había pedido subir las retribuciones, cuando las asociaciones llevaban más de cinco años reclamando mejoras salariales.

 

 Las comparaciones son odiosas. Hace poco la Junta de Andalucía fue capaz de aumentar complementos a sus 130.000 docentes, que igual que los militares tuvieron que adaptar su trabajo al COVID. En cambio ayer mismo la prensa destacaba que el Ministerio de Defensa aumenta un complemento salarial a 976 militares. 976 de un colectivo de también 130.000 miembros, un 0’7%. Es decir, el 99’3% del personal de las Fuerzas Armadas se queda sin subida. ¿Dónde está la voluntad hacia el personal?

 

Para 2022 la ministra de Defensa, que reclama el diálogo con cualquier colectivo, no lo aplica en su ministerio, incluso se permite el lujo de rechazar una y otra vez reunirse con las asociaciones profesionales para tratar de este grave problema porque dice que no tiene nada que ofrecer. Para más inri, se saca de la chistera un vacío proyecto de Orden Ministerial para repartir subvenciones a las asociaciones profesionales que más parece un burdo truco para intentar comprar nuestras protestas con migajas. Las asociaciones aquí presentes no acudirán al próximo pleno del Consejo de Personal,  no serán comparsa de esta nueva maniobra de distracción del ministerio.

 

Tras ver a los militares interviniendo en crisis de todo tipo, en epidemias y desastres naturales, ahora los medios ponen el foco en la guerra en Europa Oriental, que ha puesto sobre la mesa la necesidad de aumentar el presupuesto de Defensa. Pero de nuevo en este aumento se vuelven a olvidar de los profesionales de la milicia: muchos millones para la industria, pero nada para mejorar los  paupérrimos sueldos de sus militares, ni para incrementar las ayudas a la movilidad geográfica, ni para aumentar el número de efectivos que evite la sobrecarga de guardias y servicios, maniobras y navegaciones. El gobierno repite una y otra vez que el mayor valor de las Fuerzas Armadas es su personal, pero no quiere invertir en él y la crisis actual arrastrará sin remedio a la tropa y a los suboficiales a ser trabajadores pobres.

 

El Congreso diagnosticó los problemas del personal militar, pero pasan los años y más allá de buenas palabras, nuestra situación retributiva es cada vez peor. Estamos hoy a las puertas del Congreso para anunciar que tomamos el único camino que nos queda, y convocamos una manifestación el sábado 25 de junio exigiendo retribuciones y carrera militar dignas para todos los profesionales de las Fuerzas Armadas.

 

Queremos agradecer a los parlamentarios que nos acompañan su presencia, pues con ella manifiestan que no estamos solos. Gracias, muchas gracias.