¿Cómo piensa la Directora General de Reclutamiento y Enseñanza Militar Amparo Valcarce García impulsar la promoción interna del suboficial, tal como establece la Ley de la carrera militar, y corregir esta segregación profesional e injusticia social que nos devuelve para siempre al siglo XIX?
Muy fácil, primero estableciendo un límite de edad que impida presentarse a la oposición a más del 86% de este colectivo, segundo no reconociendo la formación, especialización, titulación y experiencia profesional; y tercero continuar con un plan de estudios de nada menos que cinco (5) años. En definitiva, la Sra. Valcarce quiere igualar todo el bagaje profesional del suboficial al de un aspirante que acaba de pisar por primera vez en su vida un acuartelamiento. Da lo mismo que hayas superado tres años en la academia, tengas titulación, te hayan disparado en Afganistán o Irak, casi te mates en un avión, apagues peligrosos incendios, tengas cientos de saltos en paracaídas, miles de horas de vuelo, decenas de ejercicios y guardias a las espaldas o hayas estado miles de días embarcado. Ser suboficial da igual, no vale nada.
Si un responsable ministerial tiene este indigno e insultante concepto de 28.000 hombres y mujeres, columna vertebral herniada de la Fuerzas Armadas, no es apto para su cargo. Debe ser relevado más pronto que tarde.
La Sra. Amparo Valcarce ya dio muestras el año pasado de su discutible hacer en el enfangado y mediático asunto de los tatuajes y los procesos de selección de psicólogos militares, con el posterior cese del Vicealmirante Subdirector General de Reclutamiento y Orientación Laboral, su pase forzoso a la reserva y su readmisión posterior al servicio activo en virtud de una sentencia del Tribunal Supremo.