La Asociación Profesional de Suboficiales de las Fuerzas Armadas, ASFASPRO, observa con estupefacción cómo se dispara la brecha retributiva que los separa de las FCSE, tras el anuncio del ministro Marlaska.
La Asociación Profesional de Suboficiales de las Fuerzas Armadas denuncia el doble rasero con que se trata al personal que ha dedicado sus esfuerzos a solucionar la crisis sanitaria provocada por el COVID-191.
El presidente del Gobierno y algunos de sus ministros han afirmado que “nadie va a quedar tirado” o “nadie va a quedar atrás” tras esta crisis. Se acaba de aprobar 247 millones de euros para mejorar las nóminas de las FCSE, se trata del tercer aumento que reciben con el que verán aumentadas sus retribuciones en un 20% cumpliendo el acuerdo de 2018. Mientras tanto los militares siguen mal pagados, olvidados, ninguneados e ignorados por el Ministerio de Defensa y por el propio Gobierno de la Nación y sólo se les dedican muchas palabras de agradecimiento.
NOTA DE PRENSA
ASFASPRO, AUME y ATME solicitan un nuevo pleno extraordinario del Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas para debatir las medidas de implementación del Plan para la transición hacia una nueva normalidad
El Ministerio ha ninguneado el necesario Dialogo Social con los representantes legítimos de los militares.
A lo largo de la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, las medidas tomadas con relación a las condiciones de trabajo del personal militar, cuyo ámbito natural de interlocución debería ser el Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas, han sido tomadas por el Ministerio de Defensa de manera unilateral, obviando en ocasiones incluso su comunicación a los integrantes del Consejo.
Tenía que ser la dichosa Ley de la Carrera Militar
Llevamos trece años desde la infausta aplicación de la Ley de la Carrera Militar (LCM), aquella que pretendía modernizar los ejércitos y su enseñanza. Y decimos “pretendía”, porque el resultado ha sido, y a la vista está, justo el contrario.
Dentro del proceso de convergencia creciente entre los valores civiles y los valores militares, se buscaba mejorar la apreciación social de la enseñanza militar, la cual ya era internacionalmente reconocida y valorada, y para ello nada mejor que hacerlo mediante la obtención de un reconocimiento universitario.
Para el próximo pleno del Consejo de Personal, ASFASPRO ha elaborado y presentado las siguientes 12 propuestas:
ASFASPRO y otras dos asociaciones -AUME y ATME- solicitaron un pleno extraordinario para tratar la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, sin embargo, el Subsecretario de Defensa decidió que hubiera también un pleno ordinario. Se celebró éste y, entre medias, el pleno extraordinario con la asistencia de la Ministra de Defensa, todo ello mediante videoconferencia no exenta de los habituales problemas técnicos de este sistema. Sobre el pleno extraordinario ya se ha informado ampliamente en la web: https://www.asfaspro.es/component/k2/item/2642-como-estas-naranjas-traigo
Los desarrollos de la fracasada Ley de la carrera militar continúan haciendo estragos, como el Reglamento de especialidades de segundo tramo que en nada mejora la carrera del suboficial y que otorga tanta manga ancha a los Jefes de Estado Mayor que puede acabar empeorando aún más lo que ya tenemos.
La movilidad geográfica a la que está sujeto el militar implica que, en muchas ocasiones, la residencia habitual sea un alojamiento logístico (una habitación) y el domicilio familiar esté a cientos de kilómetros. Con la crisis sanitaria, muchos militares han quedado confinados en los alojamientos logísticos, con unas condiciones de habitabilidad muy mejorables y con la consiguiente desatención a sus respectivas familias.
El viernes 24 de abril el Segundo Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra mediante oficio estableció que “a partir de la fecha y hasta nueva orden, NO se autorizan los desplazamientos al domicilio familiar cuando éste sea diferente de su residencia habitual”.
Un diálogo de sordos, eso es el título que encabeza este artículo, y de la misma manera se podría definir la interlocución entre el Ministerio de Defensa y su personal militar, representado por las asociaciones profesionales de miembros de las Fuerzas Armadas. Pero sería faltar a la verdad, no se trata de un diálogo entre dos actores sordos, ni lo son las asociaciones ni lo es el ministerio. Nos encontramos ante otra cosa.
Estamos ante unas asociaciones que ejercen lealmente su función, que no es otra que defender los intereses profesionales, económicos y sociales de sus asociados -labor que también beneficia al resto de profesionales de la milicia- mediante el uso de las herramientas que la ley les permite, acudiendo al Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas, al órgano legislativo, a los tribunales… o, si se da el caso, manifestándose también en la calle, como permite la ley. Unas asociaciones que, como militares que son, exponen las cosas sin paños calientes, sin esconder nada, de forma veraz y contrastada.
El impacto emocional que la actual crisis sanitaria está provocando entre los ciudadanos por los miles de fallecidos y contagiados, el largo y hasta ahora desconocido confinamiento y el miedo, la angustia o la desesperación por el incierto futuro que se nos presenta, ha puesto en el primer plano de la actualidad la impagable labor de diversos profesionales que hasta ahora eran casi invisibles o estaban situados en el rincón secundario entre las prioridades de una sociedad acostumbrada a que la mayoría de sus problemas habituales no pudiesen derivar en enfermar gravemente de manera masiva y de un día para otro, con el posible resultado de muerte. Esta es una cruda realidad que hasta hace pocos días nos era muy lejana y que solo vivíamos a través de los telediarios cuando hablaban de epidemias localizadas casi siempre en países de África o del lejano oriente.
Sin embargo, cuando las impactantes imágenes que nos llegaban de China desde comienzos de este año 2020 se trasladaron a nuestros pueblos, ciudades y, sobre todo, hospitales, los trabajadores sanitarios y científicos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas, Bomberos o Protección Civil, además de muchos otros trabajadores como los transportistas, empleados de supermercado, personal de limpieza, vigilantes de seguridad, etc., pasaron a formar parte de la vanguardia dedicada a enfrentarse a la crisis más grave que ha vivido España desde la Guerra Civil, quedando lo verdaderamente superfluo, aunque lamentablemente no en toda su extensión, reducido a formar parte de la en este caso inservible retaguardia.