Con la que está cayendo, y con nuestro personal en primera fila conteniendo la pandemia, nuestra preocupación legítima es la salud y protección de nuestros compañeros, y por extensión la de todos los que están en contacto con ellos, incluidas sus familias. El hecho de que el Ministerio nos niegue los datos de infectados, diagnosticados, personal en cuarentena… tests realizados y su resultado… medios de protección homologados…, su reiterada negativa es una absoluta falta de transparencia para conocer la incidencia de la enfermedad en nuestro colectivo y provoca una enorme duda sobre si se han tomado las medidas de protección adecuadas y sobre la preocupación que merece la protección de la salud del militar.
A su vez, el Ministerio de Defensa no tiene interés en enterarse de los problemas del personal que nutre sus centros y unidades. Y eso pese a que diversas leyes establecen que el Estado y los Jefes de Estado Mayor deben velar por los intereses generales del personal. El propio ministerio parece pretender que repitiendo hasta la saciedad unas vanas y huecas palabras de agradecimiento se arregla todo: condiciones de trabajo, excesos de jornada laboral, falta de reconocimiento a la formación, retribuciones paupérrimas… Como canta la melodía italiana, no dejan de ser… Parole, parole, parole…
No hablamos por hablar, y como muestra tenemos dos ejemplos que nos ofreció la Sra. Ministra de Defensa el mismo día, el pasado 27 de abril, por la mañana y por la tarde, en dos escenarios diferentes, pero bien relacionados, que ejemplifican perfectamente el “diálogo” que quieren mantener con ese personal por el que dice preocuparse tanto.
Por la mañana la Sra. Ministra presidió un pleno extraordinario del Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas -realizado por videoconferencia- a petición de las tres asociaciones con mayor representación (ASFASPRO, AUME y ATME) para tratar exclusivamente la “crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19: condiciones de trabajo del personal militar, conciliación personal, familiar y laboral, y atención sanitaria del colectivo militar y sus familias”. Las asociaciones intervinieron exponiendo cuestiones relativas a ello, la ministra no contestó a nada y terminó diciendo que el pleno extraordinario tenía un único objetivo, que era agradecer infinitamente el trabajo a las Fuerzas Armadas. Cabe la posibilidad de que se equivocara de Consejo. ¿Diálogo de sordos? No, fue más bien un: “Mucho te quiero, perrito, pero de pan poquito”. Tal vez se ha pretendido tratar un órgano tan serio como es el Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas como un espacio teatral para escenificar un diálogo inexistente.
El mismo día por la tarde, en sede parlamentaria, en la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados, compareció la Sra. Ministra para tratar de las Fuerzas Armada en la crisis sanitaria del COVID-19. Uno de los portavoces, el Sr. Cambronero, de Ciudadanos, se refirió en su intervención a las asociaciones profesionales y a la falta de respuesta del Ministerio, cosa que no gustó a la Sra. Ministra, a quién en su turno de réplica le traicionó el subconsciente al referirse al Consejo de Personal utilizando un circunloquio digno de tiempos pretéritos: "…ese es el ámbito donde hay que expresar lo que hay que expresar…”. Ni Carrero Blanco lo hubiera dicho mejor. Es decir, que las asociaciones profesionales molestan y es mejor encerrarlas en un corralito controlado donde se puede dar la callada por respuesta. Está claro que la Sra. Ministra quiere al personal militar, pero lo quiere firmes, en primer tiempo de saludo y con la boca cerrada.
Pues lo sentimos mucho, la democracia ha dotado de voz a nuestros militares, de representación colectiva y de unos medios para defender los legítimos intereses profesionales dentro de la ley. Y vamos a usarlos todos, porque es nuestra obligación como militares de la democracia. No vamos a hacer dejación de funciones –como viene siendo habitual en otros-, y debería saber que contamos con lo principal, con una moral de victoria a prueba de derrotas y de las miserias del día a día. Porque para solucionar los graves problemas de los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas hay que encararlos, hacerles frente, no oídos sordos. Acudir a todas las instancias, instituciones, y a manifestarse en la calle si hiciera falta.
Desde luego que no, no hay diálogo de sordos; lo que sí hay es imposición, exceso de propaganda y el continuo intento de sortear o retorcer la Ley Orgánica 9/2011, de 27 de julio, de derechos y deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas.