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Fuente: MDE Fuente: MDE

La uniformidad como síntoma

Los caballeros y damas alumnos de la Academia General Básica de Suboficiales participan en el desfile de la Fiesta Nacional y en el acto de jura de bandera de su academia sin la uniformidad que les corresponde, un hecho que oscila entre el desprecio a la escala de suboficiales y la precariedad de medios de las Fuerzas Armadas; en ambos casos, muy preocupante.

Con una semana de diferencia hemos visto a los caballeros/damas alumnos/as de la Academia General Básica de Suboficiales (AGBS) desfilar en actos militares de gran trascendencia (desfile del día de la Fiesta Nacional en Madrid y jura de bandera en Tremp) sin la uniformidad que les corresponde llevar. En el primer caso, la prenda de cabeza que llevaba la unidad de la AGBS en el desfile no era la que tocaba: en lugar de la gorra de plato que les identifica como suboficiales llevaban una boina diseñada para otro tipo de uniformes y actos. En la propia Academia la falta era peor, jurando bandera en uniforme de instrucción y campaña. Si estuviéramos en guerra y de ahí se les mandara directamente al frente, sería lo suyo, pero no es el caso.

¿Cómo debemos interpretar estos hechos? ¿Cómo un desprecio a la categoría de suboficial? ¿Uno más que añadir a la larga lista de agravios sufridos por la escala? ¿Como dejadez en el servicio, en las antípodas del buen orden militar? ¿Acaso ha fallado la logística y la intendencia y no hay suficientes prendas de cabeza ni suficientes uniformes para todos? ¿Puede suceder esto cuando se sabe con tiempo, mucho tiempo, el número de alumnos que se presentarán en la Academia y las necesidades para cada fecha?

A la señora ministra de Defensa y a todo el Gobierno se les llena la boca de buenas palabras para con los militares españoles, pero no se aprecian acciones que avalen las buenas intenciones. Se aprobó en su día un Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa de 10.471 millones de euros que empezaba refiriendo un 35’45% de la inversión para personal que, unas páginas después, quedaba reducido a un escaso 6’48% (679 millones de euros) que aún se tienen que materializar.

Recientemente, el martes 14 de octubre, se ha aprobado en Consejo de ministros un gasto de 6.862 millones para diferentes programas de material militar, todo para la industria, pero, como en numerosas ocasiones, ni un céntimo para el personal. Ni para sueldos ni, por lo visto, para uniformes de los suboficiales.

Los suboficiales vienen reclamando desde hace años el reconocimiento pleno a su formación académica, lo cual comportaría que al terminarla el sargento obtuviera su grado universitario a todos los efectos. El Ministerio de Defensa y los Cuarteles Generales de los Ejércitos hacen oídos sordos, y ahora no solo no les reconocen la enseñanza, sino que se les ratea la uniformidad de representación que les hace ser reconocidos como suboficiales al no permitirles formar ni desfilar con la gorra de plato que les acredita la categoría de suboficial.

Ninguneo absoluto a la escala que ha ofendido a suboficiales en activo, en reserva y en retiro.

Tras mil avatares históricos, circula una máxima militar que dice: cuando al sargento le va bien, al ejército le va bien. Un síntoma, diríamos.

Hoy, con la falta de personal en todas las unidades, con huecos que no se van a cubrir sin que se ofrezca una carrera atractiva (reconocimiento académico y social, retribuciones y buenas condiciones laborales) el hecho de que los alumnos de la AGBS no puedan desfilar, en la Fiesta Nacional con la prenda de cabeza reglamentaria, ni lucir en la jura de bandera en la propia academia sus mejores galas, dice mucho de cómo está el ejército, y por extensión las Fuerzas Armadas. Y no dice nada bueno. Dice, sobre todo, que las buenas palabras se las lleva el viento y que los problemas se solucionan cuando hay interés, con acciones y presupuestos adecuados. Hoy, al sargento no le va bien, ¿cómo le va al ejército?