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… Y POR EL MISMO PRECIO, ¡RASTREADORES!

Los militares estamos de enhorabuena, a las capacidades ya demostradas (descontaminación de locales, montaje de hospitales, asistencia sanitaria, traslado de cadáveres, transporte logístico, seguridad de centrales nucleares, vigilancia de fronteras…) durante los primeros meses de pandemia, dentro y fuera de la Operación Balmis, se une ahora una nueva capacidad: las Fuerzas Armadas pueden aportar en caso necesario 2.000 rastreadores para la identificación de positivos en COVID-19 que han realizado el preceptivo curso de formación1. Es una auténtica ganga para el Estado disponer de personal cualificado, versátil en capacidades de alta demanda en tiempos de crisis, disponible a cualquier hora, cualquier día de la semana todas las semanas del año, disciplinado, que cumple órdenes de forma natural… y encima barato, muy barato, puesto que es desde hace muchos años el personal peor pagado de la Administración. Así se evita tener que pagar, cuando los profesionales de la salud inciden en que “es un trabajo y como tal debe ser remunerado”2.

La tarea del rastreador no es fácil, y debe disponer de formación adecuada para poder establecer contacto –personal o telefónicamente- con personas de toda índole y condición. Debe estar preparado para comunicar con ellas e interrogarlas sobre aspectos muy personales, por lo que para tener éxito es indispensable –además de conocimientos sobre la enfermedad- una gran profesionalidad, empatía y un dominio del lenguaje que permita establecer una relación agradable y positiva entre el “interrogador” y el presunto infectado. Porque se trata de realizar un interrogatorio con resultados verdaderos, y el mero hecho de establecerlo puede ser visto, si no se realiza con tino, como algo agresivo por quien recibe la llamada. En definitiva, es un puesto de responsabilidad, de profesionalidad, que realizarán de nuevo con eficacia los militares.

El Ministerio de Defensa, como no podía ser menos, lo anuncia como un nuevo servicio “altruista” de las Fuerzas Armadas y destaca que, como siempre, los militares estamos dispuestos a cualquier esfuerzo y sacrificio “sin pedir nada a cambio”. Y en eso se queda: sacrificio, disponibilidad plena, entrega total. Heroísmo en estado puro. Una visión muy utópica y completamente sesgada de la profesión militar.

Los militares somos hombres y mujeres que, efectivamente, estamos dispuestos al sacrificio. Los únicos profesionales que podemos quitar una vida o debemos entregar la nuestra si la misión así lo exige, y aceptar la terrible responsabilidad de nuestra acción u omisión. Como suena, esto no es ciencia ficción ni una película; si a un militar se le ordena –legalmente- disparar, dispara, y si se le ordena proteger una instalación, lo hace, aunque le llueva plomo yihadista3. Los militares mantenemos vivos los versos de Calderón de la Barca: “Este ejército que ves […] Aquí la más principal / hazaña es obedecer / y el modo como ha de ser / es ni pedir ni rehusar. […]”. Pero no somos marcianos, somos españoles del siglo XXI, con responsabilidades familiares, con necesidades que satisfacer, como el resto de ciudadanos. Y estamos formados, tenemos estudios y capacidad de análisis… por eso somos plenamente conscientes de que el reconocimiento a nuestra profesionalidad implica necesariamente unas retribuciones justas y dignas, algo que no tenemos, y todo lo demás son gaitas.

En 2020 la promoción y defensa de los intereses profesionales, económicos y sociales” de los militares es tarea de las asociaciones profesionales, como establece bien claro en su art. 33 la Ley Orgánica 9/2011, de 27 de julio, de derechos y deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas, aunque sigan vigentes leyes anteriores que establecen que corresponde a los Jefes de Estado Mayor de los Ejércitos el “velar por los intereses generales del personal”4. Las antiguas Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas prohibían al militar el derecho de asociación con el argumento de que por sus intereses velaba el Estado5. Fueron derogadas hace años y este artículo afortunadamente desapareció, porque parece que el Estado velaba poco (como botón de muestra tenemos la paupérrima nómina de nuestras tropas).

Las asociaciones profesionales militares no hacen dejación alguna de sus funciones y –contra viento y marea, venciendo mil intentos de limitar su actuación- llevan tiempo reclamando unas retribuciones justas. Han conseguido un acuerdo absoluto: todo el arco parlamentario, el Observatorio de la Vida Militar, la anterior y la actual ministra de Defensa, el anterior JEMAD… todos han reconocido la grave situación de las retribuciones militares, y no ahora. Incluso la reciente –agosto 2020- Directiva de Política de Defensa6 ha incorporado la necesidad de una “remuneración adecuada”. En resumen: pleno absoluto en declaraciones para mejorar las nóminas pero sin efectos prácticos, puesto que la brecha salarial que separa a los militares de otros colectivos semejantes dentro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no deja de crecer.

¿A quién puede extrañar que las asociaciones profesionales ASFASPRO, AUME, ATME y UMT hayan convocado una manifestación para el próximo 19 de septiembre en Madrid (respetando las medidas de seguridad sanitaria) en demanda de unas retribuciones dignas?

A nadie, naturalmente, porque las asociaciones profesionales están cumpliendo con su obligación, defender los intereses económicos de los militares. Porque los militares ni piden ni rehúsan cuando están trabajando, pero no se puede confundir disciplina y acatamiento a las órdenes con sumisión acrítica. Para luchar por nuestros derechos los militares tenemos unas asociaciones profesionales que cumplen su misión y exigen que ese personal que continúa ampliando capacidades para apoyar a la ciudadanía cada vez que sea necesario tenga las condiciones profesionales que merece y no tiene: unas retribuciones justas.

Todos somos conscientes de las circunstancias que atravesamos, y debemos ser responsables, y esa responsabilidad exige que el militar no reciba como pago buenas palabras que no sirven para pagar facturas. No puede ser que, como siempre, haya presupuesto para otros colectivos profesionales pero no para los militares –siempre tan disciplinados-. Los elogios, felicitaciones y medallas están muy bien, pero no es lo que espera un militar del siglo XXI, porque los versos de Calderón son muy buenos, pero para ser un buen profesional no es cuestión imprescindible llevar al pie de la letra lo de “[…] si es honrado / pobre y desnudo un soldado / tiene mejor cualidad […]”. Como literatura está bien, pero… se quiera o no se quiera si estamos pobres y desnudos… mal vamos.

Menos palabras y más hechos, retribuciones dignas.

 

 


1 Formados en el marco de la Instrucción 43/2020, de 24 de julio, de la Subsecretaría de Defensa, por la que se establece el Sistema de Respuesta Temprana ante el COVID-19, en situación de nueva normalidad, en el ámbito del Ministerio de Defensa.

https://www.newtral.es/rastreadores-ejercito-coronavirus-covid-19/20200810/

3 https://www.asfaspro.es/component/k2/item/2569-5-segundos

    https://www.asfaspro.es/asfaspro/asociarse-app/item/2570-5-segundos-meigas-haberlas-haylas

4 La Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de la Defensa Nacional, establece en su art. 13.3.e que a los Jefes de Estado Mayor les corresponde “velar por los intereses generales del personal militar bajo su mando”. Y la Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de la carrera militar, establece en su art. 12.1.i que a los Jefes de Estado Mayor les corresponde “velar por los intereses generales del personal…”.

Ley 85/1978, de 28 de diciembre, de Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, cuyo artículo 181 comenzaba así: “Los miembros de las Fuerzas Armadas, por cuyos intereses vela el Estado, no podrán participar en sindicatos y asociaciones con finalidad reivindicativa”.

6 https://www.asfaspro.es/rss/item/2678-defensa-nacional-y-retribuciones-del-personal