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Nada como un golpe de realidad para hacer que las conciencias reaccionen. Ahora mismo, la barbarie desatada por un sátrapa -que afirma solemne que él no bombardea ciudades en el micro que sujeta con una mano mientras con la otra lanza las bombas- debería hacer ver a la ciudadanía y a nuestros políticos que el mundo no es precisamente una Arcadia Feliz y que, desgraciadamente, contar con unos ejércitos funcionales sigue siendo imprescindible para la supervivencia de una democracia. Porque sin cañones no hay mantequilla.

En España llevamos mucho tiempo dando la espalda a esa realidad y como consecuencia de un pacifismo mal entendido (Si vis pacem para bellum, ya lo tenían claro los romanos) el presupuesto de Defensa lleva décadas infradotado, y como consecuencia no llega para el mantenimiento de las infraestructuras y nuestros cuarteles se caen, no hay inversiones para modernizar el material que va envejeciendo y, sobre todo, las retribuciones militares ocupan con diferencia el último lugar entre las del personal de la Administración. Vamos, que pedimos que nuestros soldados sacrifiquen la vida por unos pocos euros más que el salario mínimo interprofesional, a mucha distancia de lo que percibe cualquiera que manipule armas, explosivos, realice actividades de riesgo… pero no sea militar.

Lo que sucede hoy en Ucrania –y que otros países, sin entrar en culpables, han sufrido: Irak, Libia, Bosnia, Kosovo, Georgia, Chechenia, Etiopía, Siria…- nos permite comprobar que el gasto en Defensa no es un gasto superfluo, es una inversión. Una inversión imprescindible para conservar nuestro modo de vida. La historia no finalizó en 1990, como se atrevió a escribir Francis Fukuyama, sino que sigue con sus ciclos eternos, más largos o más cortos, y el período de paz más largo en Europa ha llegado a su fin, aunque no nos lo terminemos de creer. Tanta inversión en armamento no letal, en tácticas humanitarias… en las últimas décadas, todo para nada, pues resulta que en las ciudades ucranianas los rusos siguen con la vieja táctica de la alfombra artillera, arrasándolo todo a sangre y fuego y luego ya veremos si queda alguien a quien encarcelar. No es el futuro que queremos para nuestros hijos.

Encarar eso tiene un precio, que hasta ahora no se ha querido pagar. Abusando de la disciplina del personal militar y faltándole reiteradamente al respeto, todo hay que decirlo. Porque que un teniente piloto de un moderno avión de caza tenga una nómina bastante inferior a la del conductor de un coche patrulla de cualquier cuerpo policial es faltar al respeto a los militares. Porque no se entiende que un piloto de helicóptero militar, con vuelos nocturnos, sin luces, a ras de suelo, y preparado para el combate en cualquier situación en la que le puedan disparar cobre muchísimo menos que la tripulación de un helicóptero de control de tráfico. En cualquier emergencia nuestros responsables autonómicos y locales prefieren que acudan la Unidad Militar de Emergencias y los medios de los tres ejércitos que sean necesarios, porque lo hacen todo bien y sin cobrar horas extraordinarias, peligrosidad, penosidad, nocturnidad, festivos…. y, además, el personal militar come cualquier cosa y si es necesario duerme en el suelo tirado donde sea.

Los militares ya hemos salido en varias ocasiones estos últimos años a la calle con la pancarta exigiendo unas retribuciones dignas, ni más ni menos que como todo profesional que se precie. Mientras tanto, en los Ministerios de Defensa y de Hacienda miran para otro lado y pretenden vender una irrisoria y miserable subida en marzo de 2021 que no ha tenido efecto alguno como si fuera el oro y el moro; y este año repiten una y otra vez que nos han subido lo mismo que al resto de funcionarios, con lo que el escalón que nos separa del resto no solo se mantiene sino que va aumentando en términos cuantitativos. Además de mal pagados pretenden hacernos tontos. Aparte de unos euros de maquillaje seguimos con nuestras paupérrimas nóminas militares.

Lo grave es que el Ministerio de Defensa se negó a discutir en el último pleno del Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas (16 de diciembre de 2021) unos hipotéticos proyectos sobre mejora de las retribuciones que la ministra y la subsecretaria habían vendido en declaraciones en el Congreso y en los medios, negativa que provocó que las asociaciones profesionales nos levantáramos y abandonáramos el pleno nada más comenzar.

Las asociaciones profesionales hemos solicitado desde hace meses una reunión con la Ministra de Defensa (quien anteriormente había ofrecido reunirse cuantas veces fuera necesario para tratar problemas) pero parece que Margarita Robles se olvida con facilidad de sus palabras. Paradójicamente, a primeros de año la propia Robles pidió diálogo para la reforma laboral, pero sigue negándolo para su ministerio. Entendemos que estos días tendrá la agenda un poco llena, pero desde verano de 2021 ha tenido muchos huecos y pocas ganas de que le expongamos la realidad.

La tozuda realidad. Vienen –ya los tenemos encima- malos tiempos para la música. Para ese concierto España necesita unas Fuerzas Armadas preparadas, pero la realidad es que mientras las retribuciones militares sean las peores de la Administración en las Fuerzas Armadas los mejores ni ingresarán ni permanecerán en filas para que les tomen el pelo a cambio de su esfuerzo y sacrificio. No vamos bien, y ahora empezarán a decirnos que no es el momento de pedir aumento de sueldo. No lo era ayer, no lo es hoy y no lo será mañana. Para los militares españoles nunca es el momento para tener un salario digno a cambio de nuestro sacrificio y el de nuestras familias. Habrá que hacer examen de conciencia, en Defensa y en Hacienda. Hoy los soldados no quieren ser suboficiales, y los suboficiales aspiran a quitarse los galones para ser guardia civiles (en ninguna otra profesión se desciende de categoría profesional para mejorar el sueldo). A este paso cuando llegue el momento de dignificar las retribuciones militares no habrá nadie en filas a quien aumentar el sueldo. ¿Quién defenderá nuestra sociedad y nuestra libertad si no la sabemos apreciar?

Eso sí, los militares estamos preparados, sin rechistar, a perder la vida que no tiene precio.

16/08/2014 - El Mundo -

En julio de 1936 había en España, entre los pertenecientes a la Aviación Militar (dependiente del Ejército de Tierra) y la Aviación Naval (adscrita a la Marina de Guerra), alrededor de 360 aviones militares o, en ciertos casos, susceptibles de ser empleados como tales. La sublevación dividió la flota aérea. En los diversos aeródromos o puertos que cayeron en poder de los rebeldes se hallaban unos 100 aparatos: la mitad de los bombarderos ligeros Breguet XIX, nueve hidros Dornier "Wal" y cinco Savoia-62 de reconocimiento y bombardeo.

También tres trimotores comerciales Fokker F.VII, así como un Douglas DC-2 que, como los modelos en poder gubernamental, fue rápidamente militarizado. Los rebeldes carecían de cazashasta que tres aterrizaron por error en Armilla (Granada) y uno desertó. Varios se les unieron al terminar de ser revisados en las instalaciones de Tablada (Sevilla). Unos y otros eran Nieuport 52C1.

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