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El Grupo Táctico “Fuerteventura” recuerda a sus héroes y sigue adelante

29/06/2015 - emad.mde.es -

El viernes 26 de junio, los componentes del Grupo Táctico (GT) de Protección de la Fuerza “Fuerteventura” celebraron un sencillo acto de homenaje a los que dieron su vida por España, para conmemorar el cuarto aniversario del fallecimiento en acto de servicio de dos de sus compañeros: el sargento Manuel Argudín Perrino y la soldado Niyireth Pineda Marín, caídos en Afganistán mientras formaban parte del contingente ASPFOR XXVIII. El acto, presidido por el coronel Francisco García Parra, Jefe de Fuerza (JEFZA) en Herat, se desarrolló junto al monolito ubicado en las proximidades del ROLE-2, donde formó el GT (Grupo Táctico, con una compañía en la que sirvieron los homenajeados). Antes del acto había tenido lugar una misa en la Capilla de la Base. Una vez finalizado el acto, los miembros del GT rompieron filas y regresaron con presteza al desempeño de sus cometidos; la misión continúa, y no hay mejor forma de honrar la memoria de los compañeros caídos que seguir prestando servicio conforme al ejemplo que ellos nos legaron.

El 26 de junio de 2.011, a las 08.30 horas, la primera sección de la Task Force “Sierra”, con los capacitadores necesarios, iniciaba movimiento desde la COP (Puesto Avanzado de Combate) de Ludina. Su misión era realizar una patrulla a pie en las poblaciones de Aceska y Kalan Khana. A la entrada de éste último pueblo, sobre las 12.30 horas, el vehículo “Lince” de vanguardia sufrió la explosión de un RCIED (Artefacto Explosivo Improvisado Activado por Radio Control) en su lado derecho. La intensidad de la onda expansiva destrozó el lateral derecho del vehículo, matando instantáneamente al jefe de vehículo y a la soldado que se encontraba sentada detrás de él y causando heridas de diversa consideración al resto de la tripulación. Para añadir más dramatismo a la situación, el vehículo quedó volcado sobre su lado izquierdo, atrapando al personal que se encontraba ubicado allí. La rápida y eficaz reacción de los componentes de la patrulla hizo posible que se asegurara la zona, se volviera a enderezar el vehículo y se lograra evacuar a los heridos.

 

Se ha cumplido el cuarto aniversario de éste trágico incidente, pero esta no ha sido una conmemoración más. Los componentes del Batallón Fuerteventura lo han recordado en Afganistán, en un escenario no demasiado alejado de aquel, cubiertos por el mismo polvo y sol abrasador que aquellos respiraron; y animados por el mismo espíritu de SERVICIO, SACRIFICIO y VALOR que a aquellos les impulsó a CUMPLIR la misión encomendada hasta las últimas consecuencias, llegando a pagar el precio más alto. Ha sido un día de reflexión, lleno de emotividad, en el que resultaba imperativo recordar a aquellos que murieron; no obstante, en los casos que nos ocupan, es importante también no olvidar cómo vivieron.

 

Es muy común observar, cuando alguien fallece, una cierta tendencia a ensalzar sus virtudes y minimizar sus defectos. Tratándose del sargento Argudín y la soldado Pineda, no es necesario esforzarse demasiado para conseguirlo, ya que sus acciones y sus elevadas virtudes militares y humanas demostradas durante su tiempo de servicio hablan por sí mismas.

 

El sargento Argudín era un gran profesional de la milicia, suboficial ejemplar, competente, abnegado, con grandes conocimientos tácticos y técnicos, además de una elevada meticulosidad en el desempeño de sus cometidos. Sin duda era la clase de suboficial que todo jefe de sección querría tener a sus órdenes, un subordinado leal y una gran ayuda para el mando, además de un líder querido y admirado por sus hombres. También era un buen hombre, un marido y padre de familia cariñoso y entregado al cuidado y educación de sus hijos.

 

Suele decirse que una unidad es fiel reflejo de su mando, y, sin lugar a dudas, la soldado Pineda era un claro ejemplo de la clase de personas que constituía el pelotón del sargento Argudín. Leal, disciplinada, trabajadora, voluntariosa y sacrificada, además de una excelente subordinada y gran compañera, querida por todos. También era una mujer alegre y optimista y una madre luchadora, que no escatimó esfuerzos para sacar adelante a su hijo. Había sido maestra de primaria en su Colombia natal, pero cuando se trasladó a España no tuvo el menor reparo en trabajar en el sector de la limpieza o cuidando ancianos, hasta que finalmente ingresó en el Ejército en septiembre de 2.006.

 

Ambos, con su gloriosa muerte, ocupan por derecho propio un lugar destacado en la historia del Batallón Fuerteventura; pero previamente, con su abnegada vida, habían ganado un hueco en los corazones de todos y cada uno de los componentes del mismo.

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