Aunque es cierto que dentro del Ministerio de Defensa hay quien por lo menos ha intentado solucionar algunos de los problemas generados por esta mala ley y su desarrollo normativo, parece injustificable e imperdonable que ninguno de los representantes del Grupo Parlamentario Popular –que veían agravios contra los suboficiales por todos lados en la pasada legislatura– se haya dignado a reunirse o a responder a las muchas solicitudes que los representantes de ASFASPRO les hemos remitido durante los últimos dos años. Siendo conscientes de que no están obligados a hacerlo (aunque sí moral y éticamente), chirría bastante que no hayan querido conocer por boca de la asociación mayoritaria de los suboficiales, con representación en el Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas, los problemas y disfunciones que, en teoría, tienen que solucionar. Por nuestra parte solo nos queda decir que no nos sentimos ofendidos sino estafados y engañados por aquellos que prometieron y no cumplieron.
Pero por encima de las promesas incumplidas; de todos los que han visto la oportunidad de aprovecharse de la situación y han tratado de pescar en río revuelto o de los que simplemente no han querido poner remedio a situaciones vergonzosas y contrarias a los principios fundamentales de las Fuerzas Armadas, está la verdad incómoda de que toda la sucesión legislativa del periodo democrático ha perjudicado gravemente a los suboficiales y a su carrera profesional. Los Diarios de Sesiones del Congreso de los Diputados y del Senado, además de los Boletines Oficiales del Estado y Defensa, son testigos silenciosos e imparciales de lo que afirmamos. Al mismo tiempo que se incumplían las leyes de ingreso de los suboficiales, con grandes dosis de inseguridad jurídica y con mucha mala uva, se mejoraban una y otra vez las de otros militares o escalas, quedando en evidencia la doble vara de medir aplicada por las correspondientes autoridades civiles y militares. Todavía habrá quien o quienes lo pongan en duda, pero la realidad es muy tozuda y se puede ignorar, como de hecho se está haciendo, pero los preámbulos y el articulado de todas estas leyes, pruebas imborrables del despropósito, no se pueden eliminar de un plumazo como nuestros derechos y expectativas.
Ahora, más de veinticinco años después del comienzo de la defenestración de la Escala de Suboficiales, el Director General de la Policía, sin complejos y dejando al margen los intereses particulares, ha demostrado que querer es poder y que sí se puede, y también ha dejado en evidencia a los que se han negado a reconocer sistemáticamente la formación académica, la trayectoria y la experiencia profesional de los suboficiales de las Fuerzas Armadas.
¿Cuánto tiempo más podrán seguir haciéndolo sin que se les caiga la cara de vergüenza?
ASFASPRO