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El pasado lunes 5 de octubre en el programa “Herrera en COPE” un periodista presentó una crónica sobre la gestión de la pandemia. Cada uno es muy libre de tener sus opiniones y de manifestarlas allá donde le den cancha, faltaría más. Pero es aconsejable hacerlo sin faltar al respeto a los demás lanzando afirmaciones gratuitas que pueden ser ofensivas. Nuestro protagonista –seguramente de manera inconsciente se atrevió a declarar públicamente a través de las ondas, en un alarde de prejuicio e ignorancia, que los militares están ociosos en los cuarteles1. Le faltó poco para llamarlos, llamarnos, vagos e inútiles, esto quedaba entre líneas.

El que se puedan producir situaciones como esta, y que ninguno de los contertulios objete al comentario, es el resultado de la desaparición de la milicia de la vida normal. Solo han quedado los tópicos. Desde la suspensión de la mili, o de la prestación del servicio militar obligatorio (seguramente habrá a quien aquel vocablo coloquial no le diga nada) los militares han desaparecido de las conversaciones familiares, y de paso han desaparecido también los uniformes de las calles de nuestros pueblos y ciudades. Desde hace décadas los militares no van de uniforme desde su domicilio hasta su lugar de trabajo (a esto también ayudaron los atentados terroristas, cierto), como siguen yendo en otros países de la OTAN. En otros países se puede uno cruzar con militares en uniforme de campaña que vuelven a casa en el ferrocarril de cercanías, como en Alemania. O patrullando armados en el metro de París, o patrullando en la operación Strade Sicure en las ciudades italianas desde el 2008. Los ciudadanos de estos países respetan y estiman a sus militares. En España….

los militares “están ociosos en los cuarteles”. Eso dicen.

De complejos pandemias y militares 1 300420El impacto emocional que la actual crisis sanitaria está provocando entre los ciudadanos por los miles de fallecidos y contagiados, el largo y hasta ahora desconocido confinamiento y el miedo, la angustia o la desesperación por el incierto futuro que se nos presenta, ha puesto en el primer plano de la actualidad la impagable labor de diversos profesionales que hasta ahora eran casi invisibles o estaban situados en el rincón secundario entre las prioridades de una sociedad acostumbrada a que la mayoría de sus problemas habituales no pudiesen derivar en enfermar gravemente de manera masiva y de un día para otro, con el posible resultado de muerte. Esta es una cruda realidad que hasta hace pocos días nos era muy lejana y que solo vivíamos a través de los telediarios cuando hablaban de epidemias localizadas casi siempre en países de África o del lejano oriente.

Sin embargo, cuando las impactantes imágenes que nos llegaban de China desde comienzos de este año 2020 se trasladaron a nuestros pueblos, ciudades y, sobre todo, hospitales, los trabajadores sanitarios y científicos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas, Bomberos o Protección Civil, además de muchos otros trabajadores como los transportistas, empleados de supermercado, personal de limpieza, vigilantes de seguridad, etc., pasaron a formar parte de la vanguardia dedicada a enfrentarse a la crisis más grave que ha vivido España desde la Guerra Civil, quedando lo verdaderamente superfluo, aunque lamentablemente no en toda su extensión, reducido a formar parte de la en este caso inservible retaguardia.