Cuando los pescadores vascos que faenan en el Océano Índico fueron presa de los piratas –sí, piratas del new age, pero piratas como los del siglo XVII– hubo que destacar a la Armada y a la Infantería de Marina de hoy para mañana para protegerlos y, en su caso, rescatarlos. No estaban nuestros infantes de marina ociosos, estaban realizando su trabajo preparándose para cuando se les llamara. Resulta que de hoy para dentro de cinco minutos los pescadores se encontraron a su servicio un personal muy preparado y muy profesional para solucionar unos gravísimos problemas con vidas en juego. No eran soldados ociosos.
Hace pocos meses, cuando hubo que descontaminar en plena pandemia, por ejemplo, el aeropuerto de Bilbao, no se llamó a la empresa “Desinfecciones Lalimpia”, no, se llamó al Regimiento NBQ, porque son los profesionales que descontaminan en ambiente de uso de armas de destrucción masiva, con presencia de agentes químicos, radiológicos o, como era el caso, biológicos. Personal que ha recibido entrenamiento en condiciones reales en las que se han utilizado –de manera controlada, claro– agentes reales, y que tienen el respeto de los compañeros de NBQ del resto de la OTAN. Esto no es, precisamente, estar ociosos. La misma unidad que hace diecisiete años, cuando era solamente Batallón NBQ fue enviada de hoy para mañana a la guerra del Golfo. Para una unidad de guarnición en Valencia, que te saquen de casa cuando estás en plena fiesta de Fallas, igual no es este el concepto de estar ociosos: fueron llamados al cuartel el 18 de marzo; acudieron todos sin excepción y en unas horas estaban trasladándose para embarcarse en Rota. Apenas con el tiempo de despedirse de la familia. Esto no es estar ociosos.
Ir con aviones A400 a recoger material médico a China con un preaviso de horas, como ha sucedido durante esta pandemia, no se hace estando mano sobre mano. Los especialistas en desactivación de explosivos que han neutralizado campos de minas protegiendo a la población civil en conflictos en varios continentes no estaban ociosos antes de entrar en acción. Podemos poner ejemplos de todas las especialidades, armas y cuerpos de nuestros militares, ninguno de ellos está ocioso. Como no estaban ociosos los cientos de militares que han perdido la vida desarrollando su trabajo en los últimos 30 años, ni los que, desgraciadamente, van a seguir cayendo.
Esa falta de conciencia sobre los motivos por los que nuestra sociedad tiene la necesidad de mantener unas Fuerzas Armadas, ese desconocimiento sobre el trabajo de nuestros profesionales de las armas, que se han vuelto invisibles para gran parte de la sociedad, explica las paupérrimas nóminas de nuestros militares y el olvido sistemático sufrido por los “ciudadanos de uniforme”. Un caso antológico de que los militares han alcanzado la invisibilidad ha estado protagonizado recientemente por la dirección del Teatro Real2. Como muestra de agradecimiento por su labor en la pandemia se ofrecieron entradas gratuitas a sanitarios, bomberos, fuerzas de seguridad…, pero no a los militares, cuyo esfuerzo sin embargo nos habían mostrado todas las televisiones descontaminando, construyendo hospitales de campaña, trasladando y custodiando fallecidos… Y ahora mismo con centenares de “rastreadores”. Lo más grave de este olvido es que la invitación era para una obra titulada, paradójicamente, “Historia de un soldado”, cuyo argumento versa sobre los engaños que éste pobre soldado va sufriendo. Quién iba a decir que se aprovecharía esta obra para ningunear de nuevo –aunque fuera inadvertidamente, como suponemos– a los soldados reales. Sencillamente, no se pensó en ellos, se les ninguneó. Triste sociedad, que así paga a quienes ofrecen –textualmente– su vida por ella.
Es curioso que sean precisamente unos militares “ociosos” quienes hayan inventado el concepto de “doble gorra”, que viene a ser la doble ocupación de puestos de manera simultánea, solución que en nuestras Fuerzas Armadas se ha encontrado ante la carencia de personal que se pueda ocupar de una sola tarea. Pues con tanta doble gorra, a nuestros militares les queda poco tiempo para estar ociosos.
Tal vez la prudencia, y el hablar con conocimiento de causa ya no se enseña en las facultades de periodismo, de la misma manera que los militares han desaparecido de la vista de los ciudadanos y ya nadie –que no sea un familiar– sabe a qué se dedica un soldado, que hoy en día es un profesional, y un profesional, aunque esté tan mal pagado, cuando trabaja, no está ocioso. ¿Alguien ha dicho ocioso?
1 https://www.cope.es/programas/herrera-en-cope/audios/ctv-ne2-entrevista-francisco-mercado-05-20201005_1232014 Véase minuto 10.