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Foto: Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa Foto: Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa Imagen de archivo

Ni para chocolate del loro

El Consejo de Ministros de hoy tiene previsto aprobar un Real Decreto de modificación del reglamento de retribuciones militares que incrementa mínimamente las paupérrimas nóminas de los sufridos militares. Es importante destacar que tras quince años en vigor se trata del segundo retoque en los últimos cuatro meses. Ahora bien, entre ambos el gasto asumido equivale al chocolate del loro, porque un aumento bruto de 40€ mensuales, como les va a suponer a algunos profesionales de la milicia, no es para dar saltos de alegría. Al contrario, habrá quien incluso lo interprete como una tomadura de pelo. Porque tras ver cómo a los compañeros de azul o de verde –que ya estaban bastante mejor retribuidos que los militares de las Fuerzas Armadas hace cuatro años- se les ha subido entre 500 y 600€ mensuales en tres años, tras un plan establecido desde el principio que ha permitido que los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tengan unas nóminas dignas, las medidas que sobre la marcha se están tomando con los salarios de las Fuerzas Armadas, sin un plan de equiparación, homologación, dignificación o como se quiera llamar, dan la impresión de ser simple maquillaje o limosna.

Deberíamos estar contentos, porque un aumento es un aumento, y el gasto público efectuado es tan pequeño que nos preguntamos por qué no se ha realizado antes. Ha sido necesario que los militares salgamos a la calle tras una pancarta a exigir que se nos trate con dignidad. Queda todavía mucho para tener la nómina que nos merecemos. Alguien tendría que explicar por qué, por ejemplo, el piloto de un helicóptero de control de tráfico percibe unas retribuciones inmensamente superiores a las del piloto de un helicóptero de combate, que tiene que estar preparado para volar en condiciones mucho más difíciles y de mayor riesgo y penosidad: de baja altitud, de poca visibilidad, y expuesto a un hipotético fuego adversario (o no tan hipotético, ya hemos perdido helicópteros en Afganistán).

No se puede vender como un gran avance el incremento que se va a aprobar, y no se puede sacar pecho por las migajas que nos ofrecen. No, no podemos estar contentos y no lo estamos. Ni comulgamos con ruedas de molino ni aceptamos pulpo como animal de compañía. ¿Qué satisfacción puede tener un colectivo en el que los soldados no quieren ascender a suboficial y en el que los suboficiales suspiran por descender a policía o guardia civil raso para mejorar su situación? Estamos cansados de que se pretenda compensar nuestro sacrificio y nuestro buen hacer profesional con medallas.

No es de recibo que el coste de la modernización de las Fuerzas Armadas en los últimos diez años haya salido de las retribuciones del personal militar. O de la falta de adecuación de estas retribuciones, que viene a ser lo mismo. El estudio del gasto militar español, que está a la cola del gasto en la OTAN, que ni se acerca al 2% del presupuesto nacional exigido por esta alianza a sus miembros, lo constata perfectamente: el único colectivo en el que los costes de personal han sufragado la modernización o el mantenimiento de las instalaciones o las herramientas de trabajo es el militar. Se ha venido cargando a los militares con la obligación de asumir a su costa la falta de inversión en Defensa. En esto sí estamos a la cabeza mundial, lástima que sea una estafa. Una estafa al personal militar, que hemos acabado teniendo los peores salarios de la Administración, y una estafa para toda la sociedad, porque la Defensa no se improvisa y hoy las Fuerzas Armadas son incapaces de atraer a lo mejor de la sociedad para prepararse a utilizar los complejos medios de defensa que garanticen la seguridad nacional (como consideraba necesario el Observatorio de la Vida Militar).

Se aprueban unos incrementos mínimos en las retribuciones militares, que van a seguir tan paupérrimas como hoy. Se necesita voluntad y compromiso para dignificar de una vez los salarios de los miembros de las Fuerzas Armadas al nivel de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Para ello necesitamos menos acciones de cara a la galería y más acciones de calado, coger el toro por los cuernos y diseñar un plan plurianual con seriedad y reflejado en los presupuestos generales del Estado. El resto son componendas.

 

 

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