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El Teatro Real ha rendido homenaje este fin de semana al personal sanitario y a los cuerpos de seguridad del Estado (Policía Nacional, Protección Civil, Bomberos, SAMUR y Policía Nacional) ofreciendo entradas gratuitas a estos colectivos para que puedan acudir con sus familias a ver en el coliseo «Historia de un soldado», de Stravinski. Una vez más el trabajo del militar es impagable, desinteresado y sus familias se contagian en la desafección general en la que se ven sumergidos.

Igual que el pobre José de Stravinski el resto de los militares se ven en España cada día engañados por el Fausto Mefistófeles de los sucesivos gobiernos. José se cree todas y cada una de las promesas del diablo que le promete bienestar profesional, económico y social si acepta la promesa de mantener el honor, emplear la máxima dedicación en su trabajo, ejercerlo con profesionalidad, con responsabilidad, con absoluta aceptación del peligro y de su propia muerte como obligación inexcusable de su contrato con el Estado, renunciar a la multitud de derechos que acompañan a cualquier ciudadano, demostrar compromiso, abnegación y cumplir, en resumen, con el resto de valores que se consagran en los grimorios infernales de la fracasada Ley de la Carrera Militar y las Reales Ordenanzas.

Y es que Mefistófeles en su sabiduría se arranca con Reglamentos de Retribuciones, estudios sobre la promoción interna y otras disposiciones a los que adereza con hechizos en forma de diferentes normas a las anteriores, instrucciones varias, directivas a porrillo, estudios contradictorios o simplemente inexistentes, todos ellos llenos de obstrucción y engaño, para robar al pobre soldado de todas aquellas promesas. Porque al final este queda burlado con un sueldo mísero, con unos límites para la promoción absurdos, teniendo que pagar al Estado por una formación que ni el propio Ministerio de Defensa le reconoce si quiere escapar a la esclavitud a la que le someten. Y al pobre Mario de bruces tres cruces, una en el bolsillo la que le empobreció, otra en el corazón la que le mató y otra miente en el epitafio del Ministerio pregonando que sobre el soldado muerto: “La Sociedad está eternamente agradecida con su impagable y abnegado trabajo”.

No obstante, gestores de la Defensa, cada soldado, un héroe cansado, se llevará al infierno algo que como a Cyrano de Bergerac jamás le podrán quitar: “Su orgullo”.

En memoria de todos aquellos soldados que se dejaron engatusar por Kaa y murieron ahogados sin esperanza en el abrazo mortal de la pitón y de su jefe el diablo.

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