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De complejos pandemias y militares 1 300420El impacto emocional que la actual crisis sanitaria está provocando entre los ciudadanos por los miles de fallecidos y contagiados, el largo y hasta ahora desconocido confinamiento y el miedo, la angustia o la desesperación por el incierto futuro que se nos presenta, ha puesto en el primer plano de la actualidad la impagable labor de diversos profesionales que hasta ahora eran casi invisibles o estaban situados en el rincón secundario entre las prioridades de una sociedad acostumbrada a que la mayoría de sus problemas habituales no pudiesen derivar en enfermar gravemente de manera masiva y de un día para otro, con el posible resultado de muerte. Esta es una cruda realidad que hasta hace pocos días nos era muy lejana y que solo vivíamos a través de los telediarios cuando hablaban de epidemias localizadas casi siempre en países de África o del lejano oriente.

Sin embargo, cuando las impactantes imágenes que nos llegaban de China desde comienzos de este año 2020 se trasladaron a nuestros pueblos, ciudades y, sobre todo, hospitales, los trabajadores sanitarios y científicos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas, Bomberos o Protección Civil, además de muchos otros trabajadores como los transportistas, empleados de supermercado, personal de limpieza, vigilantes de seguridad, etc., pasaron a formar parte de la vanguardia dedicada a enfrentarse a la crisis más grave que ha vivido España desde la Guerra Civil, quedando lo verdaderamente superfluo, aunque lamentablemente no en toda su extensión, reducido a formar parte de la en este caso inservible retaguardia.

Desde esta asociación profesional, como un sincero y sencillo homenaje, queremos reconocer la entrega, el sacrificio, la humildad y la excelente preparación que están demostrando todos estos abnegados profesionales que han sido puestos en valor gracias a la urgencia del momento y no por su constante contribución al bienestar de la sociedad a la que pertenecen. Pero ojalá que la débil memoria que nos caracteriza no termine por olvidar en pocos meses los aplausos de estos días, dejando a todas estas mujeres y hombres nuevamente reducidos al plano secundario de nuestras conciencias.

Y no nos engañemos, cuando superemos esta grave crisis no quedará más remedio que hacer reformas serias y profundas alejadas de la demagogia y la ideología, sin complejos y sin ocurrencias, porque si algo ha quedado demostrado es que se necesita una Administración más profesionalizada y menos politizada, con verdaderos expertos que sean capaces de gestionar con solvencia cualquier situación que se produzca. Y que nadie piense que esta asociación rompe la obligada neutralidad política con esta reflexión, porque la realidad es la que es y solo con el sentido común, el trabajo serio y la planificación, podremos hacer frente a éste y a cualquier otro escenario crítico que se nos presente.

En lo que se refiere a las Fuerzas Armadas, es triste comprobar como los complejos y los traumas de un ya lejano pasado –que una parte de políticos y algunos ciudadanos no son capaces de superar– han lastrado su enorme capacidad logística y de despliegue inmediato de medios y personal, dificultando, a nuestro criterio, una más rápida resolución de la crisis sanitaria. Pero, además, son esos mismos complejos los que impiden que se tenga en cuenta la singularidad de la profesión militar, que conlleva la disponibilidad permanente para el servicio y, además, penosidad, peligrosidad y hasta la entrega de la vida si fuese necesario. Porque no es lógico que actividades que son consideradas penosas, tóxicas o peligrosas en el ámbito civil ya no lo sean cuando se ejercen con un uniforme militar, como si el componente vocacional de la profesión o los supuestos valores inherentes a la misma te inmunizaran ante cualquier riesgo o enfermedad. Tampoco lo es que la jornada laboral real pueda llegar a triplicar a la de cualquier otro ciudadano español y esta excepcionalidad no sea tenida en cuenta por los ministerios de Defensa y Hacienda.

Y es que los militares ya no necesitamos el cariño ni las buenas palabras que la ministra de Defensa nos dedica casi todos los días en los medios de comunicación, porque de eso siempre estamos sobrados, lo que sí es urgente, necesario y de justicia, es que se reconozca de manera definitiva y sin complejos la ya mencionada singularidad de la profesión militar, en forma de mejores retribuciones –como, por ejemplo, las que están percibiendo los miembros de las FCSE– y una carrera profesional que tenga en cuenta de manera efectiva toda nuestra formación militar básica, específica y de perfeccionamiento.

Para lo primero, una vez más, la voluntad del Ministerio de Defensa o no existe o llegará tarde, porque la nueva crisis económica que se avecina será la excusa perfecta para congelar o recortar nuevamente nuestras maltrechas retribuciones, sin tener en cuenta que desde el año 2017, por poner un ejemplo reciente del abandono sistemático al que estamos sometidos, se han destinado 0 euros a los De complejos pandemias y militares 2 300420 militares, casi 900 millones a Policía y Guardia Civil y muchos millones más a las policías autonómicas y locales. Estamos llegando a una situación tan parecida a la que vivían nuestros Ejércitos y la Armada a comienzos del pasado siglo XX, que realmente produce escalofríos pensar que se pueda llegar de nuevo a la exclusión social del militar, como sucedió en aquella época. Desde luego que no nos merecemos este trato, porque la verdad incómoda que se oculta o no se quiere reconocer es que un guardia civil o un policía recién egresados cobrarán a partir de este año 2020 casi 1.000 € más que un soldado, 500 € más que un sargento, e incluso más que un teniente de las Fuerzas Armadas.

Pero, por otro lado, la mejora de nuestra carrera y promoción profesional solo requiere de voluntad, sentido común y altura de miras, porque es incomprensible, y caso único en las Fuerzas Armadas de nuestro entorno, que el Ministerio de Defensa se niegue a reconocer la esencia de nuestra profesión: la formación militar. De este modo, como hemos argumentado y demostrado sobradamente en nuestras propuestas e informes, no tiene explicación alguna que la Dirección General de Reclutamiento y Enseñanza Militar, los Jefes de Estado Mayor y los Mandos de Personal de los Ejércitos y la Armada desprecien las más de 4.000 horas de formación civil y militar básica y específica de los suboficiales, además de la de perfeccionamiento, e incluso las titulaciones universitarias obtenidas con nuestro esfuerzo personal. Por este injustificado motivo, nos está tocando vivir situaciones esperpénticas en las que se margina profesionalmente a doctores o ingenieros y a pilotos o a diplomados en operaciones especiales, por el mero hecho de ser suboficiales.

Este ninguneo de nuestra trayectoria profesional, que roza la segregación y el apartheid, no es consecuente con lo manifestado por la señora ministra de Defensa en diversos ámbitos y en los medios de comunicación, además de ir en contra de las arcas públicas, porque es evidente que este reconocimiento del que estamos hablando supondría un gran ahorro de costes y medios materiales en estas circunstancias de urgencia económica y en cualquier otro escenario.

¿Es así como se manifiesta el cariño que muchos dicen tener por los militares o se trata solo de tópicos y palabras vacías?

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