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LA PROMOCIÓN DE LOS SUBOFICIALES, UNA CARRERA DE OBSTÁCULOS (Sin novedad)

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24/03/2015 -

En la sociedad civil, tanto a nivel nacional como internacional, las empresas prefieren la promoción interna a un reclutamiento externo, principalmente por factores relacionados con la motivación. Es evidente que hay que incorporar nuevos recursos humanos pero al mismo tiempo aprovechar la formación y la experiencia de los que ya forman parte de las mismas. No se trata de regalar nada sino de premiar el mérito, la capacidad y el esfuerzo personal para adquirir determinados conocimientos, normalmente sin coste alguno para la empresa. Este ahorro de costes se ve reforzado porque el trabajador promocionado aporta experiencia y un conocimiento mayor de las normas y procedimientos, por lo que no requiere un período transitorio de adaptación.

Si aplicásemos esta filosofía a los componentes de las Fuerzas Armadas habría que valorar lo que aportan en el momento en el que intentan efectuar la promoción para cambio de escala: formación militar previa; cursos de especialización; tiempo de servicio en las diferentes unidades; conocimiento y manejo del armamento y material; alto nivel de adiestramiento adquirido en ejercicios tácticos o en zona de operaciones; conocimiento de idiomas o titulaciones universitarias y de formación profesional, etc.

 

Pero a pesar de algo tan lógico y utilizado habitualmente en nuestra sociedad, para el Ministerio de Defensa el bagaje profesional de un suboficial deja de existir cuando éste intenta efectuar la promoción a la Escala de Oficiales, dejándolo equivalente al de cualquier civil que pone un pie por primera vez en una academia militar. Debido a ello, la oferta de promoción es poco atractiva, con tiempos de formación excesivamente largos y nulo reconocimiento de la trayectoria profesional. Si también le añadimos los numerosos límites impuestos, nos encontramos con una verdadera carrera de obstáculos que prácticamente anula las legítimas expectativas de promoción o progresión de los suboficiales.

 

La realidad es absurda y contraria a la lógica. Un licenciado en psicología, que a su vez es suboficial de las Fuerzas Armadas, no puede trabajar como orientador en un centro de selección de tropa profesional. Su conocimiento de las distintas unidades tras haber servido en ellas como suboficial no le valen absolutamente para nada; tampoco el ser licenciado o doctorado en psicología. Podríamos describir otras situaciones parecidas que viven suboficiales licenciados o graduados en otras ramas del conocimiento pero la conclusión a la que llegamos es siempre la misma: si quieren ejercerlas dentro de las Fuerzas Armadas, solo les queda la opción de promocionar a las Escalas de Oficiales en las condiciones que les impongan, normalmente muy lejos de lo que debe ser la verdadera promoción interna. Curiosamente, sus compañeros de facultad sí que pueden desarrollar su profesión en cualquiera de esos centros, como militares de complemento o como reservistas voluntarios, con unas exigencias y requisitos considerablemente menores que, en algunas ocasiones, llegan a ser simplemente ridículos. ¿Podemos llamarle a esto igualdad de oportunidades o estamos entonces ante una mala administración de los recursos humanos? ¿Se está produciendo algún tipo de "apartheid profesional"?

 

Una vez que el suboficial decide presentarse a la promoción para los Cuerpos Generales y la supera, se encuentra con el primer obstáculo: tiene que permanecer dos o cinco años en un centro de formación. ¿Por qué? Si ya aporta una amplia formación militar previa y un título de ingeniero o licenciado, ¿no es suficiente un año de especialización para poder obtener el empleo de teniente? Es más, el que en este caso obtuviese el empleo de capitán tampoco resultaría una idea descabellada, pues así viene sucediendo en algunos ejércitos occidentales de referencia. Pero todavía es más grave cuando hablamos de la promoción sin titulación universitaria previa, porque son cinco años los que se exigen, igualando a cero tanto la trayectoria profesional como la formación académica militar de tres años.

 

Parece fácil de entender que los militares no somos funcionarios al uso, es algo obvio pero que en las circunstancias actuales conviene recordar, porque hay quienes tienen excesiva dificultad para comprenderlo. Nuestros principales cometidos son el combate y el apoyo al combate, siendo la administrativa y logística una tarea necesaria desarrollada indistintamente por personal militar o civil. Para el primero y sólo en puestos muy específicos y determinados, los factores “edad” y “condición psicofísica” son fundamentales, además de la preparación militar y técnica. Por otro lado, dentro de las tareas de apoyo y administración, hay un sinfín de puestos de trabajo en los cuales la experiencia profesional, la especialización y, por tanto, la posesión de determinadas titulaciones en diversas ramas del conocimiento, pasan a ser más importantes a la hora de diseñar el perfil de los candidatos para ocuparlos. Es en estos últimos donde los suboficiales que promocionan con cierta edad pueden tener un mayor rendimiento, con el consiguiente beneficio para las Fuerzas Armadas. Por este y otros motivos, no acabamos de entender la inexistencia de un coeficiente corrector o deflactor en las pruebas físicas requeridas en los procesos de selección o para la superación de los planes de estudio de la enseñanza de formación, lo que produce una paradoja que se explica fácilmente con este ejemplo práctico y real:

 

Un suboficial que promocione con la titulación de ingeniería y con 45 años de edad y quiera ser oficial militar de carrera, tiene que correr obligatoriamente la prueba del kilómetro en menos de 3´30"; un militar de complemento de la misma edad, para acceder a la misma condición de oficial militar de carrera a través de la permanencia, no tiene establecido límite de tiempo eliminatorio. Ya no digamos la notable diferencia entre cursar dos años de academia en el primer caso y contestar doscientas preguntas tipo test en el segundo. La desigualdad entre uno y otro es tan evidente, que los señores diputados que defendieron con tanto ahínco la creación de una subcomisión para la reforma de la Reserva Voluntaria (y tal vez para la creación de una nueva Escala) el pasado día 11 de marzo, deberían tomar buena nota y tener presente que "la justicia debe imperar siempre en las Fuerzas Armadas" y, por consiguiente, centrarse en los intereses generales de la institución en vez de tratar de abrir puertas laterales o atajos para poder ejercer la profesión militar, sin querer cumplir con los requisitos que a otros se le imponen invocando los principios de igualdad, mérito y capacidad. Y, como es habitual, todos tan tranquilos.

 

Sin embargo, ASFASPRO, siempre con espíritu constructivo y buscando el interés general, ha planteado y seguirá planteando sugerencias de modificación de determinada normativa porque creemos firmemente que hay que dotar, tanto a los militares profesionales como al personal civil que esté pensando en ingresar en las Fuerzas Armadas, de un marco legislativo que permita el desarrollo efectivo de su carrera militar con plena seguridad jurídica. Aunque los resultados de la Subcomisión para la reforma del régimen transitorio de la Ley de la carrera militar han sido insatisfactorios, todavía se está a tiempo para intentar conseguir –y ya no valen excusas– ese marco legislativo del que estamos hablando, sin olvidarnos también de la necesaria actuación del Consejo de Personal de las Fuerzas Armadas.