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Un año sin el Sargento Ureña: el último caído en Afganistán

11/01/2014 - ABC blogs -

Difícil comenzar un artículo cuyo objeto es rendir memoria a los militares Caídos. Fuera y dentro. Misión exterior o en territorio nacional. Un amigo me lo recordó: «El sábado hace un año de la muerte del sargento Ureña en Afganistán. El fallecido número 100». El último, así sea pues todavía hay allí militares, del conflicto de Afganistán.

Tal día como hoy una trampa mortal en forma de IED (artefacto explosivo improvisado) con unos 35 kilos de explosivos y dos activadores acababa con la vida del sargento David Fernández Ureña, integrado en la Unidad de Ingenieros de la Aspfor XXXII, un contingente este con el que tuve la oportunidad de convivir durante una semana.

El sargento David Fernández Ureña / MDE

El sargento David Fernández Ureña / MDE

Durante aquella estancia en la base Ruy González de Clavijo en Qala i Nao, la memoria del sargento Fernández Ureña siempre estuvo presente, aunque sus compañeros zapadores prefirieron, en todo momento, no referirse a la trágica muerte del sargento, compañero y amigo.

Fue el fallecido número 100 español en una guerra en la que España lleva ya casi 12 años. Porque aunque las tropas españolas se hayan replegado de la provincia de Badghis, con la base de Qala i Nao como bastión (transferido a las autoridades afganas), aún hay militares en aquel país centroasiático. Concretamente son 260 (según últimos datos de la OTAN) repartidos en el aeropuerto de Herat y los cuarteles generales de Kabul. Como los hay en Atalanta, Malí, República Centroafricana, Bosnia y Herzegovina (sí, todavía), Líbano, Uganda y tantos otros sitios llevando esa manida y tantas veces maltratada «marca España».

El sargento Fernández Ureña era un granadino nacido en Bilbao. En el momento de su muerte formaba parte de un equipo de desactivación de bombas que se percató de la existencia de artefactos explosivos colocadosen la ruta Opal, entre las localidades de Qala-i-Naw y Darra-i-Bum.

 «Tenía 35 años, soltero y sin hijos», rezaba el comunicado del Ministerio de Defensa que informó hace un año sobre la trágica noticia. Su foto o su nombre tallado en las placas de mármol que rendían tributo a los Caídos españoles en Afganistán -accidente de Yak 42 incluido, claro está- estuvieron siempre presentes en la base. Fotos y placas que regresaron a España con la culminación del repliegue español.

El Príncipe rinde honores al féretro del sargento Ureña, en el funeral que se ofició en Sangenís, sede del Regimiento de Pontoneros / EFE

El Príncipe rinde honores al féretro del sargento Ureña, en el funeral que se ofició en Sangenís (Zaragoza), sede del Regimiento de Pontoneros del que formaba parte / EFE

El sargento Ureña era el menor de seis hermanos, habiendo ingresado en el Ejército de Tierra en el año 2000. Desde 2008 estaba destinado en el Regimiento de Pontoneros y Especialidades de Ingenieros de Zaragoza. Participando en 2009 en la misma misión de Afganistán que le sesgó la vida. Todo un ejemplo de esa Generación Afganistán de nuestras Fuerzas Armadas de la que ya hemos versado en este blog.

Era especialista en NBQ y operador de desactivación de artefactos: los EOD, que tanto se han fajado en un conflicto tan asimétrico como ha sido el de Afganistán. De lo mejor de nuestro Ejército.

Valga el recuerdo del sargento Fernández Ureña hoy. Valga este breve relato, iniciado en esa llamada de teléfono, en ese triste recordatorio, para agradecer el trabajo de todos los militares fallecidos por España. El más sentido agradecimiento también a sus familiares.

Himno a los Caídos

«Lo demandó el honor y obedecieron, 

los requirió el deber y lo acataron ,

con su sangre, la empresa rubricaron,

con su esfuerzo, la Patria redimieron.

Fueron grandes y fuertes porque fueron

fieles al juramento que empeñaron.

Por eso, como valientes lucharon.

Por eso, como mártires murieron.

Inmolarse por Dios fue su destino,

salvar a España, su pasión entera,

servir en el Ejército, su vocación y sino.

No pudieron querer a otra Bandera,

no quisieron andar otro camino,

no supieron morir de otra manera».

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