A estas alturas del siglo XXI es casi imposible que pueda haber un solo suboficial al que la profusión legislativa de estas tres últimas décadas no haya afectado en mayor o menor medida a su carrera profesional y a su vida personal y familiar. Además, no nos cansaremos de repetir que la profesionalización iniciada en el año 1989 sigue pendiente de finalización por culpa de los complejos, la falta de voluntad y los errores de concepto que impiden reconocer abiertamente la singularidad de la profesión militar, con todo lo que conlleva.
Durante todos estos años, a pesar de que son muy pocos los que se atreven a reconocerlo (aunque con la boca pequeña) y de la incomprensible ausencia de la más mínima autocrítica en prólogos y discursos, se han cometido errores muy graves en materia del régimen del personal militar, que han sumido a miles de suboficiales y a algunos otros militares en una constante inseguridad jurídica y en un estado de frustración casi permanente.