Los ciudadanos se han acostumbrado en los últimos tiempos a ver a los militares trabajando en todo tipo de crisis: pandemia, terremotos, inundaciones, incendios, nevadas, crisis migratoria en Ceuta… la última, y mucho menos grave, la vacunación contra el COVID-19 a la Selección Española de Fútbol. ¿Saben los españoles que estos militares tan formados, tan capaces, tan profesionales, siempre disponibles para todo, cobran una miseria, los peores sueldos de la Administración?
Un piloto de un avión de caza o de un helicóptero de combate –oficial o suboficial- cobra menos que el último policía nacional o guardia civil recién salido de un centro de formación. Los soldados no quieren ser sargentos porque no compensa. La profesión militar no es un desfile, es peligrosa, como lo demuestra el triste fallecimiento de un sargento hace pocos días en un salto paracaidista o los casi dos centenares de fallecidos en misiones internacionales o el considerable número de accidentes aéreos en estos últimos años. ¿A alguien le interesa esto?